Category: Nada es ficción

Vecinos

                De nuestro vecino de abajo sólo sabíamos que tiene Rastas y que no le dejamos dormir. Su habitación está debajo de nuestro salón y siempre vamos descalzos. Un día le dijo a Barreiros que era músico. Su edad es un misterio. Cuando nos cruzamos con él en la escalera siempre es amable.

                Es viernes por la mañana nos acabamos de levantar y estamos desayunando. Llaman a la puerta. Es el Rastas. Nos dice que hay una fuga de agua y le estamos inundando la cocina. Barreiros baja a su casa. Dice que si sigue goteando, el techo puede caerse. Nos dice que es la tercera vez que le pasa y que quería irse de puente. Buscamos los papeles del seguro y tomamos café en su casa mientras decidimos qué hacemos. Nos cuenta que escribió una tesis sobre el movimiento rap a principios de los noventa en Francia. El fontanero vendrá por la tarde.

                Barreiros encuentra la fuga y la arregla provisionalmente. Avisamos al Rastas y preparo café. Dice que es mejor que el suyo. Nos dice que ahora el barrio es más tranquilo, pero que hay que ser prudente. Dice que lo peligroso es la gente que está enganchada al crack. Hablamos de drogas. Nos cuenta que una vez tomó éxtasis y tuvo ganas de recorrer la ciudad andando. Vuelve a su casa.

                Le digo a Barreiros que el rastas es un tipo lleno de sorpresas. Asiente con la cabeza. Ha decidido que nos vamos a pasar el fin de semana a Ámsterdam.

Playas

                Es jueves. Barreiros quiere ir a la playa. Nos levantamos temprano y bajamos la maleta. Vamos a Deauville, al norte. Es lo más cercano a París. Nos perdemos y el viaje nos cuesta el doble de tiempo. Llegamos casi de noche. Paseamos por la playa llena de gaviotas. Hay gente montando a caballo.

                En el parking de la estación de tren, Barreiros cocina con el camping gas. Estamos cansados. Buscamos un lugar donde aparcar. Estamos enfrente del faro. Refresca. Dormimos en el coche, con los asientos delanteros tumbados.

                Por la mañana llueve. Le digo a Barreiros que estamos en el Atlántico y él arranca el coche. Vamos en dirección a Le Havre. Cruzamos el puente de Normandía y parece invierno. Hay niebla y llueve. En Le Havre entramos en la oficina de Turismo. La chica habla español y nos recomienda el centro comercial. Salimos con las manos llenas de folletos. Sigue lloviendo.

                Hay un mirador desde donde se ven las playas del desembarco. La niebla no deja ver nada.

                Vamos a un bosque inmenso y Barreiros prepara huevos fritos. Sale el sol pero hace mucho viento. Llevamos una pelota de fútbol. Intentamos jugar cerca de la playa pero se la lleva el viento.

                Subimos al coche y decidimos volver a casa. Le digo a Barreiros que siempre nos quedará Paría playa.

Vacaciones

                Barreiros cobra el paro en Francia y yo acabo de recibir la beca. Tenemos todo el verano por delante. A él le gustaría ir a Holanda, a Alemania, a Londres y a la playa. Le digo que mi beca no da para tanto. Él dice que si tuviéramos un coche saldría más barato porque dormiríamos en él. Me río y le recuerdo que he perdido mi carné y que habría que asegurarlo.

                Lleva dos días mirando anuncios de coches de segunda mano en Internet. Vamos a comprar Les Inrrock. Él compra una revista de anuncios de coches de ocasión y se recarga el móvil.

                Los tres primeros a los que llama están vendidos. Con el cuarto tiene más suerte. Es un Citroën XM del año 92. Quedamos con el tipo frente a la Bibliotèque Nationale. Hace calor. Nos pregunta si somos españoles, dice que se nota. Nos dice que su novia pasó seis meses en Madrid. Barreiros conduce. Le pregunta si podemos hacer viajes largos y el tipo responde que él se fue a Croacia y recorrió Italia. Barreiros lo tiene claro y le pregunta si ha pasado la ITV. El tipo dice que sí pero que tendrá que volver a pasarla antes de venderlo.  Es domingo. Nos dice que se acaba de mudar y tiene un garaje muy pequeño. Por eso vende el coche. Ya se ha comprado otro y dice que lo podemos tener el miércoles.

                Le tenemos que pagar en líquido. Vamos en metro. Hemos quedado en el mismo sitio. Nos da los papeles del coche y nosotros el dinero. Nos indica cómo ir a la Cité. Barreiros me deja en la entrada del RER, frente a la puerta principal.

                Cuando vuelvo a casa Barreiros me cuenta que las cerraduras sólo abren con el mando a distancia y que el maletero se tiene que abrir desde dentro. Por la mañana, nos han puesto una multa.

Pasta y sexo

Gerdj está en mi casa. Ha venido porque Barreiros quiere enseñarle sus canciones para tener más claro que está buscando. A cambio le damos cerveza y Barreiros prepara pasta.

Gerdj le dice a Barreiros que no ha dormido. Barreiros le pregunta si se ha drogado. Como respuesta, Gerdj le recuerda que los dj’s sólo beben agua mineral sin gas y alguna cerveza.

Barreiros quiere hacer salsa de roquefort pero a Gerdj no le gusta el queso.

Comemos. Gerdj nos cuenta que hay una leyenda urbana que dice que las gordas aguantan más en la cama. Dice que él lo ha comprpbado y es cierto. Barreiros, incrédulo, le pregunta si es capaz de cansar a una chica en la cama. Le dice que acaba de convertirse en su nuevo mito sexual. Barreiros se acaba la olla de pasta confiando en que la relación obesidad-resistencia sexual funcione con él.

Andenes

El director argentino me pide que le  acompañe a ver un teatro. Está en Saint-Denis y tenemos que  tomar el  RER-D. Quedamos en Gare du Nord.

Le espero en el andén. Mientras llega recorro los paneles. Le digo que he encontrado nuestro tren y nos subimos. Nos deja en Stade de France. Me he equivocado. Tenemos que esperar a que pase otro tren que nos lleve a Saint-Denis.

Estamos en la estación, esperando. Nos hemos sentado en unas marquesinas para protegernos del sol. Me pregunta qué pienso del espectáculo. Le digo que no lo sé, que me gusta lo que hago, que me divierto y que es rompedor.

Llega nuestro tren y lo vemos por casualidad. Corremos y nos subimos un segundo antes de que se cierren las puertas.

Encontramos el teatro sin dificultad, ha guiado él. Por fuera parece una fábrica. Tocamos el timbre y un perro nos ladra. Nos abre un señor bajito, de piel morena y gafas redondas. Nos ofrece café o té. Yo no quiero nada y el director argentino toma café. Nos sentamos. El ambigú es un bar-restaurante egipcio. Hay cortinas rojas, alfombras y cojines. En cada mesa un candil como única iluminación.

Vamos a la sala. El escenario es grande, los camerinos están detrás. El tipo es muy amable y pregunta por la escenografía. Apenas hay y él nos la podría proporcionar. Dice que hay un aforo de cincuenta personas: cuatro bancos, uno detrás de otro. El director me dice que le gusta que el escenario sea más grande que el patio de butacas.

El tipo dice que podemos estar desde una semana a un mes. Le damos las gracias y nos despedimos.

Vamos de camino a la estación de tren. Le pregunto al director si cree que el tipo sodomiza al perro. Nos reímos y dice que puede ser.

Me dice que tenemos que decidir algo y yo pienso que no me gusta esa responsabilidad. Hacemos cálculos. Cada uno tendría que lleva a treinta personas en tres semanas para que no nos costara dinero.

Estamos esperando el tren. Hace mucho sol y me confiesa que no ha dormido porque ha alargado un picnic. Llega nuestro tren. Esta vez no tenemos que correr.

Hoja de ruta II

Ha vuelto el buen tiempo a París. Tengo ensayo al otro lado de la ciudad y voy en bici. Hace calor y mi mochila pesa. Pedaleo con fuerza y freno en los pasos de cebra. Cruzo el río y oigo el ruido de djembes y timbales de París-Playa.

El calor ha sorprendido a los turistas, que pasean con chubasqueros en la mano y jerséis en la cintura. Veo la cuesta de la rue Saint-Jacques. La subo sin parar y me quedo sin aliento.

Llego a Denfert desorientada. Estoy a punto de atropellar a un peatón rubio. En cuanto desaparece reconozco el camino.

Estoy en el boulevard René Coty donde los árboles no dejan entrar un rayo de sol. Por el paseo central un chico y una chica comparten la bici. Él pedalea y ella se asusta. Los dejo atrás. Subo otra cuesta y entro en el boulevard Jourdan.

Entro en la Cité. Ato la bici y me bebo toda el agua de un trago.

El guateque

Hay una fiesta en casa del director argentino. Ha invitado a toda la compañía pero yo soy la primera en llegar. Hemos salido de casa a la hora en que empezaba la fiesta. El supermercado ya estaba cerrado. Hemos comprado las cervezas por el camino.

Vamos en bici. Yo he guiado y sólo hemos mirado el mapa una vez. Hemos subido una cuesta interminable y he dejado atrás a Barreiros. Atamos las bicis al lado de un camión amarillo y entramos.

La casa tiene dos plantas y una bodega donde hay una borra con mucho alcohol, poca luz, un portátil dos colchones y una televisión.

En la cocina están sus compañeros de piso: Bigfoot, cuyo verdadero nombre es Laurent, y una chica italiana que baila la danza del vientre. También está su vecina: la señora que vive en el camión amarillo.

En el sótano-discothèque abrimos la primera cerveza. Van llegando los invitados sin que les preste demasiada atención.

Bigfoot es tímido, cuando he llegado no me ha dado dos besos, sólo ha dicho “bigfoot”. Ahora va por el segundo cubata y me dice que ha llevado sus zapatos a que le pongan una suela para que no hagan ruido.

El director argentino se ha convertido en Ger-dj gracias a un programa de ordenador y a Barreiros, que le ha explicado lo que es el “pitch”. Entre canción y canción me enseña vídeos de los ensayos.

Barreiros piensa que podría estar follando en una habitación y yo no me enteraría.

Después de la segunda ronda de tequilas Bigfoot se acerca a mí y se descalza para enseñarme sus pies de tamaño normal.

Voy a buscar a Barreiros –siempre subestima mi suspicacia. Salimos a la calle y hace mucho frío. Desatamos las bicis. Coge mi candado como signo de armisticio y yo le beso. Nos despedimos de la fiesta.

Para luchar contra el frío del amanecer hacemos carreras por los bulevares desiertos de la ciudad.

Paparazzi II

Mi amigo sin condición sexual definida y yo nos paseamos por Montmartre. Llegamos a la plaza de los pintores. Tiramos fotos. Le encanta posar. Le recuerda su pasado ficticio de vedette. Me llama la atención sobre un señor con una americana azul celeste. Es lo más hortera que hemos visto en mucho tiempo. Disimulamos y le tiro unas fotos. Está sentado en una terraza con dos más: un chico jovencito y un señor. Se han dado cuenta de la intromisión pero no parece importarles.

Esa tarde llega mi amiga francesa. Vamos a buscarla y le enseñamos las fotos. Ella me pregunta porqué tengo una foto de Karl Lagerfeld. Mi amigo y yo no entendemos nada. Ella nos explica que el señor de la americana azul celeste y gafas de avispa es Karl Lagerlfed. Mi amigo y yo nos reímos pero no nos atrevemos a revelar el motivo que nos empujó a disparar.

La semana siguiente, en Les Inrock, Karl Laggerlfeld, que pasó unos días en París, responde a un cuestionario. Hay una foto suya en blanco y negro: viste más sobrio y lleva las mismas gafas de sol.

Seven

Le digo a Barreiros que vamos de picnic al césped del Institut du minde Arabe. Le digo que lo organiza la actriz morena, progresista, libertaria y pseudohippy. Le cuento que se escandaliza cuando me oye hablar por todas las referencias sexuales. Pactamos decir procacidades en cuanto haya oportunidad para provocarle.

Llegamos tarde, atamos las bicis y sacamos vino y el último plato ideado por Barreiros.

El picnic se ha acabado. Es de noche. Hemos visto una pelea multitudinaria de la que hemos huido con las bicis en la mano y paseamos por la orilla del Sena.

La actriz ha bebido lo suficiente como para eliminar cualquier tipo de remilgos. Ha aparecido su pseudoamante chileno. Hay también un griego, un iraní y un colombiano.

Barreiros pregunta al auditorio cuántos polvos es capaz de echar en el mismo día. Está atormentado desde que alguien le dijo cinco y él se siente incapaz de follar más de tres veces al día. La actriz morena dice que una vez estuvo con un experto en sexo tántrico y follaron cinco veces en un día. Dice que tampoco es para tanto y que ella se aburrió.El chileno confiesa que, una vez, en Chile, folló siete veces en el mismo día. barreiros le pregunta cuántas horas tienen los días en Chile. Todos  nos reímos y mentalmente dividimos 24 para 7.

Transbordo

Tengo ensayo y salgo de casa con el tiempo justo. El cielo está gris y parece que vaya a llover en cualquier momento. Voy en metro: línea cuatro hasta Gare du Nord y allí cojo el RER B. El primer día me perdí en Gare du Nord. Ahora me sé el camino. Voy rápido, llego tarde. Tengo que volver a pasar mi billete. Un tipo me dice un piropo. Le digo gracias y le sonrío. Me invita a tomar algo y le digo que tengo prisa. Me pregunta dónde voy y si quiero que me acompañe. Le digo que no hace falta. Él me dice que no hay que decir que no por sistema, que hay que encontrar a alguien y que él no tiene novia, que sale de trabajar, pero que con una ducha me parecería otra cosa. Me río y le digo que tiene razón.

Llega el tren. Vamos en el mismo vagón. Él se baja en la próxima. Le digo que vaya bien y él me dice que he sido muy amable. Baja del tren.

Miro el reloj: llegaré pronto al ensayo.