Aguirre contra el mundo

La semana pasada surgió en Madrid un movimiento de apoyo a la candidata de Ahora Madrid, Manuela Carmena, cuya trayectoria profesional funcionó como acicate: de abogada laboralista a jueza, recibió el premio nacional de los Derechos Humanos en 1986 y luchó contra la corrupción en los juzgados. Desde su jubilación, entre otras cosas, comercializa las creaciones de los presos en una tienda de la calle Manuela Malasaña, en Madrid, en uno de los barrios que se llenó de carteles de diseñadores, pintores y artistas que con esas creaciones mostraban su apoyo a la candidata y animaban a los madrileños a votar a Carmena. Como se oía y se leía, en esta convocatoria el voto útil de la izquierda era para la agrupación liderada por Manuela Carmena.

Tal vez por su trayectoria, tal vez porque mantuvo el tono sosegado —como señalaba Manuel Jabois—, Carmena consiguió el domingo 20 concejales en el ayuntamiento de Madrid, solo uno menos que su rival, Esperanza Aguirre, a quien se le había encomendado la misión —tal vez ella misma— de movilizar el voto de su partido —lo que la noche de las elecciones llamó “los valores liberal conservadores”— y evitar lo inevitable: que la corrupción y la mala imagen tuviera consecuencias electorales. La última semana de campaña, los candidatos a la alcaldía de la capital mantuvieron cara a cara en la televisión autonómica. En esos debates, Carmena se mostró tranquila, sin elevar el tono de voz, contundente y puede que con mejores intenciones que medidas concretas. Llamó la atención que tuteara a Aguirre, a la que afeó que despreciara a la candidata de Izquierda Unida, Raquel López, por no tener estudios con una frase contundente: “No somos súbditos”.

Para evitar que Carmona llegue a la alcaldía, Aguirre le ofreció candidato del PSOE pactar, después de que este lo rechazara tajantemente, ha ofrecido un pacto que incluya a Ahora Madrid, Ciudadanos y PSOE, porque, dice, que no se debe “castigar” a los madrileños con un gobierno de Podemos.

Esperanza Aguirre es una experta en un género que ha inventado y explotado, algo así como el salto mortal semántico-pragmático en el que con ingredientes como el populismo y la llamada al pánico consigue darle la vuelta a la tortilla y casi a la realidad. Por ejemplo: Aguirre se autodesigna salvaguarda de la democracia para evitar que formen gobierno aquellos a quienes las urnas han legitimado. Las hemerotecas han recordado que Aguirre animó a los que protestaban en el 15-M a presentarse a las elecciones. Lo han hecho, pero ella sigue empeñada en que la realidad le dé la razón.

*Bañera publicada el domingo 31 de mayo de 2015 en Heraldo domingo.

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