El nogal

Greta_Nogal_2014

La noche de San Juan celebra la llegada del verano y el fin del curso; la apertura de ese paréntesis que empieza con el calor, el buen tiempo, las terrazas, los helados y los paseos nocturnos. Es una reminiscencia del pasado agricultor y tiene que ver con los ciclos estacionales. Celebra el solsticio de verano, aunque en el hemisferio norte se produce la noche del 20 al 21 de junio y las hogueras suelen ser la noche del 23. Mi madre siempre ha creído que había algo mágico en la noche más corta del año.

He visto muy pocas hogueras de San Juan porque no me gusta el fuego. En La Iglesuela del Cid hacían pequeñas hogueras en las que me animaban, entre bromas y veras, a tirar los cuadernos del colegio para celebrar el fin de curso y la llegada de las vacaciones. Nunca me atreví a lanzar nada a esos fuegos, ni las primeras cartas de amor que recibí, llenas de faltas de ortografía, del chico que vivía en la carretera, a la salida del pueblo. Y puede que ahí empezara a manifestarse en mí un controlado síndrome de Diógenes que me impide deshacerme de papeles pensando en que tal vez en algún momento pueda necesitar algo de esos papeles (consultar la fecha en que llegó la carta, el año en que bebí mi primer cubata, el verano en que mi hermano Jorge intentó conquistar a una amiga mía recitándole el abedecedario en eructos, ¿había nacido ya mi hermana pequeña ese año? ¿Cuándo hice mi última raíz cuadrada?).

Mi madre fue médica en La Iglesuela del Cid durante 5 años, aunque yo solo viví 3 allí. Fue donde le contaron uno de los secretos de la noche de San Juan. Mi hermana Sara había nacido en diciembre. La noche de San Juan de 1999 mi madre llevó a mi hermana bajo un nogal y allí le hizo su primer corte de pelo para que, según dice la superstición, le creciera con gracia. Todos nos reímos de lo que consideramos una excentricidad, casi una provocación, de mi madre. Cada vez que alguien aludía a los rizos y tirabuzones de mi hermana, mi madre sonreía con satisfacción, y uno de sus propios rizos le caía sobre la frente.

Hace un año, mi madre repitió el ritual. Pero esta vez, el bebé era su nieta, que nació un mes y medio antes. Estábamos bajo el nogal en casa de mis padre. Tenía en brazos al bebé, mi madre iba cortando mechones y mi novio hacía fotos. La tormenta que se desató la noche de San Juan frustró mis planes de celebrar la llegada del verano frente a una hoguera y tirar algunas cosas al fuego. Busqué las fotos del año anterior en mi ordenador mientras acariciaba los rizos del bebé, que ahora ya camina.

*Bañera publicada el domingo 28 de junio de 2015 en Heraldo domingo.

 

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