Elogio del elogio

Llevo varios meses pensando en lo difícil que resulta explicar por qué nos gustan las cosas que nos gustan. Tal vez por esa dificultad y por pereza se ha extendido la costumbre de hablar mal de casi todo sin pasar por una reflexión previa. Se ha convertido incluso en signo de inteligencia, confundiendo la capacidad crítica con el desprecio absoluto de casi todo, excepto de lo propio. Como si la canción de Astrud, “Todo nos parece una mierda”, hubiera sido tomada en serio. Tal vez por eso los ‘youtubers’ se hayan convertido en un fenómeno: es gente hablando bien de algo y es excepcional.

Recuerdo los especiales sobre los gazapos más famosos de la historia del cine, en los que siempre hay un fotograma de ‘Ben Hur’ y errores de rácord que se descubren gracias al pelo seco de las actrices que se supone que acaban de salir del agua. Ese fijarse en la tontería, en el despiste, impide además una crítica más profunda. Por otro lado, es el error el que hace humanas las cosas. La perfección me parece aburrida y artificial. Pero sobre todo no se debe confundir señalar un error tonto con la crítica fundada. Esa costumbre empobrece el panorama, rebaja el nivel de todo lo que nos rodea de manera que cualquier cosa que sobresalga un poco puede ser llamada obra maestra. Y hace que sea mucho más fácil que las verdaderas chapuzas, que existen, pasen inadvertidas. También

Despreciar el trabajo que hay en una serie, una película, un libro, etc., con una frase es bastante fácil y no requiere demasiado esfuerzo intelectual, cosa que una crítica argumentada sí necesita. Explicar por qué nos gustan las cosas que nos gustan es también explicarse a uno mismo o al menos la manera en qué pensamos y qué nos interesa o emociona. Las películas, libros, canciones o exposiciones que nos gustan dibujan un retrato de nosotros mismos porque nos obligan a conocernos. A veces, la única manera de descubrir cosas de uno mismo es haciendo ese esfuerzo.

Me gusta que esta columna en la que trato de hacer un elogio del elogio se publique el día de la madre. Mi madre, como la de todos, es la mejor del mundo. Pero la mía tiene un superpoder único: hacer de todo un lugar mejor. En este caso, el del elogio de mi madre, lo difícil habría sido hablar mal de ella.

Columna publicada el domingo 1 de mayo de 2016 en Heraldo domingo.

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