Solo queremos el significante

Una de las primeras cosas que se aprende cuando se estudia lengua es el signo lingüístico, un concepto de Ferdinand de Saussure, el padre de la lingüística moderna y un nombre familiar para cualquier alumno de Filología. La idea es sencilla, el signo lingüístico tiene dos elementos: significante, la parte material (en el caso de la lengua de habla, las letras que conforman la palabra y el sonido que producen) y el significado, que es el concepto al que se refiere. Un ejemplo: la palabra árbol remite a la imagen mental del árbol. Esto funciona en otro tipo de lenguajes, por ejemplo, las señales de tráfico son el significante cuyo significado está recogido en el código vial y más o menos todos los ciudadanos entendemos.

Cuando los independentistas catalanes enarbolaron el “derecho a decidir” como el gran argumento Javier Cercas escribió que era un sintagma vacío de contenido, es decir, solo significante, y que por eso cada cual podía proyectar en él lo que quisiera, casi siempre una idea falsa, algo así como una promesa de las mejores intenciones. Eso, que es una estrategia publicitaria, se ha trasladado a la política nacional. El Partido Popular se presenta a las elecciones con el lema “A favor”, aunque no se dice de qué, pero en principio, es mejor estar a favor que en contra. El PSOE ha elegido como eslogan “Un sí por el cambio”, que al menos muestra una intención de ruptura con lo que está. Unidos Podemos, además de poner un corazón para eliminar la marca de género en el Unidos —¿quién puede estar en contra del amor como ideal?—, titula su campaña con “La sonrisa de un país” (en Cataluña han cambiado país por pueblo). Es como esa frase hecha convertida en cliché de la sonrisa de un niño. ¿Cómo va nadie a negarse a una sonrisa? Y así el signo lingüístico se va vaciando de significado para quedarse solo en el significante vacío, del que hablaba el argentino Ernesto Laclau, que puede rellenarse con lo que el receptor del mensaje quiera. El mensaje es lo suficientemente ambiguo como para no significar nada y lo suficientemente prometedor como para querer oponerse.

Columna publicada el domingo 12 de junio de 2016 en Heraldo domingo.

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