Hollywood, años 30

El viernes pasado se estrenó en España la última película, hasta el momento, de Woody Allen, ‘Cafe Society’. Está ambientada en el Hollywood dorado de los años treinta y el Nueva York de los gánsteres. En esas dos ciudades que forman parte de la mitología del cine transcurre la historia de amor, desamor, encuentros y desencuentros que tiene como personaje central a Bobby Dorfman, encarnado por Jesse Eisenberg. Bobby es el menor de tres hermanos de una familia judía y cambia temporalmente su Bronx natal por Los Ángeles y el lujoso Beverly Hills. Trabaja para su tío (Steve Carell), un representante de estrellas que espera una llamada de Ginger Rogers, negocia con la Metro y se codea con Errol Flynn. Vonnie (Kirsten Stewart), algo más que la secretaria de Carell, hace de Cicerone de Bobby, que apenas tarda un par de conversaciones en enamorarse perdidamente de ella.

La película tiene mucho de pastiche: el enredo, el guiño a la industria y a la época dorada, el retrato de una mundo “vacío y despiadado”, como dice uno de los personajes, o algunos temas recurrentes del cine de Allen (un chico torpe que consigue conquistar a la chica de sus sueños, la culpa, la familia judía, el jazz…), pero que componen un fresco seductor y agradable en el que se desarrolla uno de los temas más frecuentes del cine, la literatura o las canciones: el amor. Según Tolstoi todas las familias felices se parecen, Woody Allen sabe que pasa algo parecido con las historias de amor: las más interesantes son las tristes.

David Trueba escribió poco después del estreno que concibe “las películas de Woody Allen como un encuentro con un viejo amigo”, y que el neoyorquino “ha establecido a lo largo del tiempo una familiaridad con el espectador”. Son ya una medida de tiempo como las vacaciones, el verano o el fin de año. Puede que ‘Cafe Society’ no esté a la altura de las mejores películas de Allen (es casi imposible hasta para él), pero tiene momentos estupendos, diálogos brillantes y actores convincentes. Y también algún aforismo que contiene grandes enseñanzas: “Todo es cuestión de ritmo”, le dice el tío al protagonista, que aún no sabe que la vida cambia en un instante.

*Columna publicada el domingo 4 de septiembre en Heraldo Domingo.

 

 

 

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