Blanco y negro

Cada semana hay una o varias polémicas en Twitter, a las que es fácil entrar si se tiene ganas de discutir. Sobre muchos de los temas de conversación en las redes sociales no tengo nada que decir, a veces ni sé de qué están hablando: es lo bueno de no tener televisión. No lo hago por elitismo: soy más bien como una adicta a la procrastinación que trata de rehabilitarse y va eliminando algunas de las tentaciones. Observo las conversaciones desde la tranquilidad de no tener una opinión sobre el ganador de Eurovisión, o del propio festival.

Esta semana, por ejemplo, además del atentado de Manchester, las primarias del PSOE y los memes de Melania evitando darle la mano a su marido, Donald Trump –esa mina para Twitter, una caricatura de sí mismo–, se ha hablado de unos hoteles a los que los niños no pueden entrar. En seguida, como sucede en las discusiones en redes, se formaron dos equipos: los que decían que era una forma de discriminación y los que decían que los niños son unos maleducados por culpa de los padres. Iba a entrar en la conversación con el espíritu de la madre del novio de ‘Bodas de sangre’ (“Dos bandos. Aquí hay dos bandos. Mi familia y la tuya.”) cuando vi que ya llegaba tarde: otros habían respondido ya y había réplicas a las réplicas, a las contrarréplicas y a las recontrarréplicas. Algo me empujaba al enfado y a la defensa vehemente de una posición. Como cuando hace un par de semanas una chica pedía que la conciliación fuera también para los que no tenían hijos y me descubrí ofendida, como si esa chica estuviera diciendo que los que tienen hijos no deberían conciliar. A veces, las cosas solo quieren decir lo que dicen, aunque sea en un medio que propicia la disputa más que a la conversación y donde los linchamientos son frecuentes (de eso habla el ensayo ‘Arden las redes’, de Juan Soto Ivars, publicado en Debate).

Afortunadamente, la vida no se dibuja a base de decisiones cruciales, de elegir entre dos candidatos nefastos, por ejemplo, o decantarse por el mal menor. La vida se va haciendo con los matices. Hay una amplia gama de grises entre el blanco y el negro donde sucede lo impredecible.

*Columna publicada el domingo 28 de mayo de 2017 en Heraldo domingo.

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