Tiempo suspendido

Siempre me deprime un poco la llegada del verano, ese tiempo de suspensión de las rutinas en el que se crean algunas nuevas que adquieren la fuerza de las del resto del año. Me pongo nostálgica recordando algunas de las costumbres que marcaron la vida cotidiana de mis veranos pasados y que no volverán: los helados en el paseo de la Independencia, las dos horas de rigor de digestión antes de bañarse (un mito que usaban los padres para retrasar la salida a la piscina), las noches comiendo pipas en los porches de las escuelas en La Iglesuela del Cid o en el planico de la iglesia en Ejulve, los viajes en coche sin aire acondicionado, el pelo aclarado por efecto del cloro y del sol y los bocadillos de panceta de mi abuela. Con el paso de los años esas fueron sustituidas por otras (el cine de verano, las camisetas que dejaban la espalda al aire) pero los helados y las pipas se mantienen imbatibles.

Pienso que las canciones que hablan del verano y las películas y los libros son en realidad muy tristes: las cosas que cuentan, aunque sean alegres, en realidad solo pueden suceder en verano, que es un tiempo limitado. Con el final del verano termina también el amor temporal, las amistades, las vacaciones; termina ese tiempo suspendido en el que todo parece posible, en el que se espera que suceda lo inesperado. Tal vez me pongo triste porque en mis veranos nunca ha sucedido lo inesperado: nunca tuve un amor de verano, ni verdaderos amigos de verano y como ya vivía en un pueblo la perspectiva de pasar un par de meses en otro no me resultaba atractiva. Luego, con el tiempo, el verano fue una promesa de lecturas, proyectos y de buenas intenciones: Ana Karenina, escribir una novela, hacer 20 largos. Pero el verano se consumía sin que terminara ninguno y el sol que caía cada día en el libro que coronaba el montón iba aclarándolo sin que llegara a abrirlo nunca. Este verano comenzó pronto, y aunque pensaba todo esto, en el fondo, aguardo la esperanza de que suceda lo inesperado y de que la felicidad aparezca contenida en el resplandor de una gota de agua en el pelo.

Columna publicada el 23 de junio de 2017 en Heraldo domingo.

 

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