Robo fantasma

            Mi padre quería salir antes de las diez. Se han ido a la una y mis hermanos se han dejado los cepillos de dientes en casa. Mi hermano y yo nos hemos quedado de guardianes de la casa, la perra, la gata y dos cachorros gato a los que hay que alimentar con jeringuilla.

            Salimos de casa a las seis. Dejamos a la perra dentro de casa para que no moleste al vecino y ponemos el candado en la verja. Mi hermano va a la presentación de un libro; Barreiros y yo, a la de un coche que patrocina Dinópolis: yo soy la mascota y él, el mascotero. Dejamos la furgoneta y a mi hermano en el parking del Pilar y recorremos Echegaray y Caballero hasta el número 170.

            Yinli, el gerente de Dinópolis, llega media hora tarde. Les presento y hablamos del tráfico y del calor que hace. Va a llover, concluyo.

            Nos deja irnos antes porque ya no hay mucho más que hacer y ya se han ido los dos fotógrafos de la prensa. Barreiros dice que vayamos a su casa a buscar el proyector para empezar con el cine de verano esta misma noche. Mi hermano se queda en Zaragoza.           

            He conseguido entender cómo funciona la radio de la furgoneta y no he perdido el ticket del parking. Entramos en la carretera del aeropuerto cargados de pipas y cena para llevar. Antes de llegar al desvío empieza a llover. Tenía razón. En la curva de la herradura cogemos el atajo: una carretera por la que sólo cabe un coche y que por el día está llena de camiones. Son las diez y cuarto.

            Ha dejado de llover. La radio está puesta. Hay un perro asomado a la carretera. Vamos despacio. Le miramos. Es mi perra. Barreiros para el coche y llama a la perra. Ella nos mira y se va corriendo. Barreiros da la vuelta con la furgoneta y se mete en el maizal. Me dice que si quiero volver a ver a mi perra hay que cogerla ahora. Le digo que hay otra perra como la mía en Garrapinillos. Además si mi perra está fuera de casa es porque alguien ha entrado. Hay que llegar a mi casa porque a lo mejor ha entrado alguien. Barreiros da la vuelta otra vez y acelera. Estamos a tres o cuatro kilómetros de mi casa. Cada vez estoy más segura de que alguien ha entrado en mi casa y por eso la perra está fuera. Nos han robado. Cuando llegamos todo parece normal: las luces que habíamos dejado encendidas siguen encendidas y la puerta cerrada. Bajo del coche, voy a abrir la verja: el candado no está. Barreiros me dice que suba al coche. Se acerca a la verja y lo confirma: el candado no esta. Llamo a mi hermano y Barreiros me dice que llame a la policía. Dice que la furgoneta blanca que hay delante de la casa le da mal rollo. Marco el 091 y me dicen que llame al 062, allí me dicen que es Huesca y me dan un fijo, de allí me desvían a Casetas, está más cerca. Mi hermano llama y dice que si nos han robado ya se habrán ido. No nos atrevemos a entrar y esperamos a la guardia civil. Le digo a Barreiros que la furgoneta blanca es del vecino al que le molesta la perra. Llega la guardia civil. Nos bajamos del coche y les explicamos lo que ha pasado. Nos dicen que tranquilos y que van a entrar. Llegamos hasta la verja. Sacan una linterna, una porra y una pistola; yo, las llaves de casa. Quito el cerrojo e intento abrir la puerta. No se abre. Les digo que con el calor se engancha. Le doy una patada y sigue sin abrirse. Algo la sujeta. El guardia civil ilumina la puerta: el candado está ahí. Les pido perdón mientras lo quito. En cuanto la puerta se abre oímos a la perra ladrar. Uno de los dos me dice que le dé mi nombre para verificarlo y el otro, que vemos demasiadas películas.

            Barreiros prepara el cine de verano y yo doy de comer a los gatos.

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