Un domingo cualquiera

Abro el Bacharach a las ocho, es el nuevo horario de verano. Enrique y Sergio, que se ha quitado la venda y me enseña los puntos, vienen porque tienen que hacer algo. Se van enseguida y me quedo sola. Pongo a Johnny Cash, un disco de un par de conciertos que dio en un par de cárceles americanas. Dice: “Hola, soy Johnny Cash” y los presos aplauden. Luego saco el libro de Amélie Nothobm, Biografía del hambre.

Cuando entra Ana, la caja asciende a un total de seis euros y yo pienso que a lo mejor cierran los domingos de agosto y me quedo sin trabajo. Pongo un CD de La Costa Brava y suena “Adoro a las pijas de mi ciudad”. Mientras Ana y yo hablamos el tipo que acaba de entrar y me ha pedido un Santa Teresa con coca cola no deja de mirarnos. Sale del bar y vuelve a entrar. Se acaba su copa y se va.

Entran dos franceses: uno lleva una camiseta roja y el otro, una camisa de rayas. El de la camisa es un poco guapo: alto, delgado y muy francés. El de rojo es el que habla español y me pide un Brugal-cola. Su amigo dice, en francés, que quiere un Jack Daniel’s con hielo y un vaso de agua al lado. Me lo va a decir en español y le digo que lo he entendido. El guapo está en el baño. Para cuando vuelve el bar se ha llenado: está Javier Coronas, Marisol Aznar y David Angulo, entre otros. Creo que celebran un cumpleaños. También está una de las Muac. Van pidiendo muy poco a poco, y me vuelven loca.

Los franceses quieren otra copa, esta vez, dos Brugal –cola. Levanto el brazo para alcanzar la botella y el guapo dice en francés: “Por lo menos, está bien depilada”. Dudo un segundo y me decido. Sin dejar de servir el ron, le miro y le digo que entiendo lo que está diciendo. Él a mí, no y se lo repito. Me dice que es perfecto y realmente bonito. No sé de qué habla.

Ana ha quedado con otra Ana, amiga suya, que creyó que Simpé era Sin p y cuando lo vio escrito le gustó más. Creo que eso me ayuda a decidirme por Rodríguez.

También vienen Ismael Grasa y mi hermano: han estado bañándose en la piscina de mi casa y se les nota en el pelo.

Germán llega –el Bacharach es más Cheers que nunca- y dice que Barreiros se ha quedado trabajando en casa. No me sorprende. En diez minutos, pienso, quito la música y subo las luces.

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