Independencia

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No sé cuándo decidí ser actriz. Me acuerdo de la primera función, en el colegio. Hacía de guarda real y mi hermano mayor era el rey. No tenía texto porque no sabía leer y me pasé toda la obra de pie, muy seria y sujetando con fuerza la lanza. No sé por qué me acuerdo de esto mientras cargo las cámaras del bar. Hace más de un año que elegí poner copas -mi amiga Ana se despidió de tres compañías en la misma semana con una frase: prefiero fregar escaleras antes que volver a trabajar para ti-. La noche anterior la pasé paralizada por el pánico, la sorpresa, la extrañeza o la confirmación. Estaba sobrecogida. Creo que todavía me quedaba algo de sobrecogimiento cuando entró Sergio. Acabé con las tónicas y tomé una decisión: no quería ser actriz si eso implicaba que lo que decía o hacía, lo que pensaba, lo que me gustaba o con quién hablaba en un bar a las tres de la madrugada haría que dejasen de llamarme de una u otra compañía. Me di cuenta de que la independencia se paga y se lo pregunté a Sergio. No supo qué decirme, supongo que por lo evidente de la respuesta. Estaba esperando a Maribel para ir al convite de una boda en las afueras de la ciudad.

-Pero hay autobús, ¿no?-pregunté y Sergio asintió-. ¿Vais en bus?

-No, no. En taxi –respondió Sergio-. La independencia se paga.

One comment

  1. Raúl Herrero

    Muy sabia afirmación, Aloma. Te puedo asegurar que la independencia se paga pero, lentamente, creo yo, uno descubre que ese impuesto se paga con inmenso placerrrrrrr. (Sobre todo cuando se establecen comparaciones entre los independientes y los “dependientes”) Abrazos y disfruta en la feria.

    Raúl Herrero

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