Sergio Algora
La primera vez que oí su nombre, yo era una adolescente y él iba a publicar en la editorial que entonces dirigía mi padre. Mucho tiempo después me hice camarera y él mi jefe. El mejor jefe del mundo. Un año y unos meses después ha muerto. Durante todo ese tiempo nos hemos cruzado relatos, anécdotas, secretos y complicidades. Pienso en todos los libros que no me descubrirá. En todas las canciones que no pondrá. Echo de menos los libros que no publicará y las canciones que no grabará. Pienso en los libros que no leerá y le hubiera gustado leer. Y lo echo de menos. Pero sobre todo pienso en su risa y en la cantidad de veces que le vi reírse, todas las veces que me hizo reír y las que yo le hice reír a él. Pienso en su generosidad. Y en cómo su felicidad dependía de la de los que le rodeaban. En que quería que todos estuviéramos bien. En su sentido del humor. En su manera de ver el mundo y de tomarse la vida y estoy segura de que nos ha contagiado algo a todos. Él solía bromear: Sergio Algora ha muerto. Champán para todos. Esta vez va en serio.
Ahora nos toca a nosotros, comer fuego sin quemarnos.
¡Muchos besos, Aloma!
lo siento mucho, una auténtica desgracia. Un abrazo, Patro.
Duele mucho.
Mucho.
Un besico, Aloma.
¡Pues bebamos!
Yo no tengo ninguna historia, ninguna anécdota que contar. ünicamente conocí sus letras.
A los 17 años solía presumir de ser la “fan número 0″ de El Niño Gusano. Cuando acabó ENG, tenía planes de secuestrarlo y obligarlo a componer (antes de Muy Poca Gente).
Hoy, tras su muerte, miro atrás y he de darle las gracias aunque nunca lo conocí; a él y a Vicente Aleixandre, por arrojarme al folio en blanco y hacerme feliz con sus escritos.
Hoy tiene un traje nuevo para su corazón, el de las lágrimas de todos a cuantos influyó.
Siga vivo siempre en nuestras memorias y en cada copa de champán.