El domingo salí de casa para ir hacia el bar. Como siempre con media hora de tiempo. Al final de la calle del Carmen hay unos contenedores y apareció un tipo que se escondió detrás. Se agachó y justo cuando pasó a mi lado, oí a otro gritar: “párate o te meto dos tiros”. En ese momento me vi alcanzada por una bala perdida. Y pensé que no podría abrir el bar. Sólo lo pensé durante dos segundos, hasta que el que corría me adelantó y el que le perseguía también. El perseguidor era grande y llevaba un chaleco. Le seguía una chica delgada, con el pelo muy liso y teñido de rubio pollo. Unos metros más adelante, en el suelo, estaba la mochila del perseguido, llena de copias ilegales de películas en cartel. Y un poco más adelante estaba el perseguido inmovilizado en el suelo, con la rodilla del perseguidor en el pecho. Vi unas esposas y un walkie-talkie en la cintura del perseguidor. Así que supuse que era policía. Cuando unos viandantes le acercaron la mochila a la poligonera rubia, ella le increpó al perseguido: “¿Por esta mierda corrías, gilipollas?”.

Seguí andando sin mirar atrás. Se había formado un tumulto de gente que miraba. Yo sólo pensaba que, afortunadamente, no había habido ningún disparo. Llegaría sana y puntual al bar. Me pregunto qué le habrá pasado al perseguido.