Nubenegrismo

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Después de dos meses sin trabajo –sólo yo me podría despedir de mi trabajo en medio de una crisis económica mundial-, por fin me llega una oferta de trabajo. No es que fuera mi trabajo ideal, pero era un trabajo: dar clases de francés en un instituto. Hoy por la mañana me han dicho que no. Supongo que prefieren a alguien que tenga experiencia. A lo mejor no debía haberme puesto las orejeras el día de la entrevista. Decido presentarme a una beca para irme de profesor visitante en EEUU y hacer terapia aprendiendo a tocar la guitarra. Después de entregar los papeles que me faltaban, voy a casa a buscar la guitarra que me regaló mi madre para mi 17 cumpleaños. Meto la llave en la cerradura y no gira. Me habré confundido de llave, pienso. Así que meto la otra. Tampoco gira. Entonces me acuerdo de que antes de irme de casa, las llaves de Barreiros estaban puestas. Extrañamente había cerrado por dentro. Y pienso no puede ser. Porque siempre pensé que si esto nos pasaba sería yo la que habría dejado las llaves puestas. Así que le llamo y le pregunto si es posible que estén sus llaves y él no. Me responde que sí y que viene en un cuarto de hora. Ahora sí que estoy en la calle, pienso. Media hora después aparece con un martillo y consigue abrir la puerta sin reventar el bombín ni llamar a los Hermanos Justo.

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