Del sexo y otras intimidades


“Zonas húmedas” (Anagrama, 2009) es la primera novela de Charlotte Roche (Wycombe, 1978), una inglesa de nacimiento que vive en Alemania desde muy pequeña y que ha triunfado como presentadora de televisión en diferentes canales. La novela, que apareció en 2008, ha vendido más de un millón y medio de ejemplares en Alemania. Ha sido comparada con Catherine Millet, Melissa Panarello, o “Crash” de J.G. Ballard por explícito sexualmente, y con “El guardián entre el centeno” de J.D. Salinger porque, como Holden Caulfield, la protagonista y narradora de “Zonas húmedas” es una adolescente que se busca a sí misma.

Helen Memel tiene dieciocho años y sufre de almorranas -“algo impropio de una chica”- desde que tiene memoria. Se ha provocado una fisura anal afeitándose y van a operarla. Es una mujer liberada sexualmente, que se masturba, se perfuma con su esmegma, experimenta con su propio cuerpo, va de putas, se fabrica tampones con papel higiénico, guarda el semen hasta que “horas después del sexo, el cálido flujo sale del chochito cual grata sorpresa”. Pero también es una niña, hija de padres divorciados que planea utilizar su estancia en el hospital para unirlos de nuevo.

En su diario de convalecencia, Helen nos lleva del quirófano a la sala de recuperación y de allí a su habitación, mientras reflexiona sobre el concepto de higiene, hace repaso de algunos de sus amantes: un señor mayor que “quería que lo supiera todo acerca de la sexualidad masculina para que en el futuro ningún macho pudiera tomarme el pelo”; le enseñaba porno e insistía en la “necesidad de meterle al hombre el dedo en el ano durante el sexo”; Kanell, un etíope al que conoce en la frutería en la que dispensa los sábados y que se ofrece a afeitarla; su experiencia con las drogas y cómo su amiga y ella se comieron sus propios vómitos. También recuerda episodios borrosos de su infancia: no sabe si su madre le cortó realmente las pestañas o lo soñó, pero recuerda que hubo una temporada en que no tenía, y es incapaz de saber cuándo una habitación huele a gas o cuándo son imaginaciones suyas debido a un episodio del que nunca ha hablado. No recuerda a qué se dedica su padre, pero sabe que le interesa la botánica y que es mejor tener preparada una conversación con él para evitar los largos silencios. Helen le pide al “amado Dios que no existes” que no se vea obligada a llevar pañales a los dieciocho años debido a un efecto secundario de la operación que le ocasione incontinencia anal. Tiene fantasías sexuales con Robin, el enfermero del turno de día, y establece una relación de complicidad: le pide que fotografíe la herida desde diferentes ángulos y de muy cerca para ver qué le han hecho.

Aunque Helen es muy explícita en las descripciones de sus entretenimientos sexuales, sola o acompañada, parece que esa rebeldía sexual es una reacción al conservadurismo de su madre y que su desprejuiciada manera de entender y vivir el sexo y la higiene guarda relación con su inestabilidad emocional. El divorcio de sus padres, algunos episodios poco claros de su infancia justifican la “anormalidad” de su relación con su propio cuerpo. La propia autora, en una entrevista en The Guardian, declaraba: “Todo el mundo que conozco está dañado, completamente. [Helen] ha tenido una infancia triste, pero eso también la hace muy especial de alguna manera: sabe exactamente lo que quiere, no quiere jugar, quiere deshacerse de todas las reglas que las mujeres tienen”. Roche confiesa en la misma entrevista haber hecho prometer a sus padres que no leerían el libro: “es desagradable para mis padres leerlo porque cada página es ¿Por qué se divorciaron?”.

Charlotte Roche maneja un lenguaje claro y libre de prejuicios en lo sexual -que a veces redunda en lo escatológico, más que en lo pornográfico- pero sutil en lo emocional y ha construido una novela descarada, chocante y provocadora. Más allá de las peripecias sexuales e íntimas, la novela encierra un aprendizaje emocional y una historia de amor. El exhibicionismo y la curiosidad de Helen son episodios de la búsqueda desesperada de sí misma, que empieza en la falta de prejuicios.

 Reseña aparecida en ‘Artes y Letras’ el jueves 22 de octubre.

2 comments

  1. Hans

    Ufs… no sé si semejantes excesos de realismo (sucio, il faut pas le dire) son demasiado para el lado convencional mon-fri de mi cerebro, para el que la escatología mola cero. Ahora que reflexiono acerca de ello, el lado rock’n roll sat-sun piensa lo mismo. Aghs.

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