Los gondoleros silenciosos, de William Goldman

William Goldman (1931) recuperó en “Los gondoleros silenciosos” –publicado en 1983 y que ahora traduce Ático de los libros- el pseudónimo que utilizó en la novela –que luego trasladaría  a un guión cinematógrafico- “La princesa prometida”, S. Morgenstern. Y la coincidencia en la firma no es casual, porque “Los gondoleros silenciosos” tiene ese aire de fábula, de cuento en el que la narración y la pasión por contar se convierte casi en un protagonista más de la novela.

La excusa, el pretexto de la narración es intentar desentrañar el misterio de por qué los gondoleros de Venecia, antaño famosos por lo buenos cantantes que eran, ya no cantan en los paseos por los canales. Hay digresiones en las que recuerda que cuando él era niño los oía, recupera anécdotas protagonizadas por gondoleros y cantantes de ópera con un ego demasiado grande antes de entrar en la historia principal, la de Luigi, que en toda su vida solo ha deseado una cosa: ser el mejor gondolero de Venecia y casarse con la guapa Laura. Sin embargo, a pesar de su destreza con la góndola y de humillar en la primera clase al duro profesor, algo se lo impide: canta fatal. Canta tan mal que los turistas se marean en su góndola y la gente le arroja basura desde los balcones cada vez que Luigi pasa por el canal.

“Los gondoleros silenciosos” es un libro delicioso, con humor y ternura, con historias de amor y de amistad y de aprendizaje, un libro sobre la importancia de esforzarse y de perseguir los sueños y los deseos, aunque no se cumplan, porque lo que se encuentra en el camino a veces es mejor de lo que se había soñado.

*Esta reseña apareció en “Artes & Letras” de Heraldo de Aragón el jueves 30 de diciembre de 2010.

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