La democracia no son los padres

Las revueltas en el mundo árabe contra regímenes despóticos y brutales han disparado las ganas de revuelta de un sector del mundo occidental y empiezan a llamar a la revolución en las redes sociales, instando al mundo a rebelarse, a acudir a manifestaciones y a “exigir una verdadera democracia”.  Parece casi nostálgico: la generación de Internet añora su mayo del 68, su “movida”, quiere una revolución de claveles o jazmines. Pero parece olvidar que no estamos en la España de la transición, que no han encerrado a Henri Langlois en la Filmothèque (y no va a estar Eva Green corriendo por el Louvre) ni vivimos en una dictadura militar o un régimen autocrático.

El enemigo para esas revueltas a las que se insta en Occidente sería el capitalismo, cuyos desastres han quebrado la economía y la confianza de una parte de la sociedad en la estructura. Algunos, los menos, afortunadamente, miran hacia presuntas vías alternativas económicas -ignorando que se trata de dictaduras de signo comunista como Cuba o tiranías como Venezuela-. Al margen de que a los sátrapas tropicales les incomodan profundamente las revueltas árabes (y de que Gadafi concedió su premio de Derechos Humanos a Chávez y Fidel Castro), ante la gestión económica y la represión de esos regímenes, el remedio se parece a amputar un brazo para cortar un repelo. Por otro lado, el capitalismo no va necesariamente ligado al sistema democrático (Franco introdujo medidas capitalistas durante la dictadura).

Creo que hay que ser crítico y cuestionarse muchas cosas, es la única manera de ser mejor. Hay que dudar y analizar lo que sucede, no hay nada más sano que un punto de vista crítico e inteligente, razonado, mesurado, meditado e informado. Y eso requiere reflexión, lectura, análisis y equivocaciones. Pero no creo que la manera sea cuestionar la democracia europea liberal: seguro que el sistema tiene fallos y puede ser mejorable, pero hay algo que debería ser intocable y que deberíamos tener siempre presente: vivimos en un estado de derecho. Y, que sepamos, el único sistema que permite cuestionarse a sí mismo sin acarrear un delito, o penas de prisión es el democrático. Así que los que llaman a una revolución en Occidente deberían ser más cuidadosos, porque resulta frívolo y cínico comparar España con Túnez, Libia o Irán.

Pienso en la cita de G.K. Chesterson:  “cuando se deja de creer en dios, enseguida se cree en cualquier cosa”. La confianza en la democracia, a diferencia de la fe religiosa, es una convicción racional. Pero ese es el peligro que acecha si dejamos de creer en la democracia: podremos creer en cualquier cosa, hasta en las peores.

*La imagen está tomada de aquí: http://www.publico.es/internacional/77035/seamos-realistas-hagamos-lo-imposible/

One comment

  1. Hans

    Querida, esta entrada es de un acierto absoluto. Completamente de acuerdo.

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