Despedida (Zaragoza)

En menos de dos semanas me mudo a Madrid, cambio de ciudad, de casa y de trabajo (con suerte, tendré uno por el que me paguen). La gente reacciona de varias maneras cuando lo comento: me animan, me dicen que está muy bien, me dicen que lo voy a pasar muy bien, se muestran preocupados, me van a echar de menos, no quieren que me vaya, etc. Pero en algunos casos he notado una cierta envidia: como si yo hubiera conseguido escapar, huir hacia un lugar mejor de la infecta y gris Zaragoza.

A mí me encanta Zaragoza, imagino que porque soy de aquí, pero también reconozco algunas razones objetivas por las que me gusta mi ciudad: los bares, las librerías, los helados, los paseos, los conciertos, las presentaciones de libros, algunas exposiciones, los amigos, mi familia, las terrazas –quizá hasta los tilos del Paseo Independencia-, el Parque Grande, el campus de la plaza San Francisco, la plaza del Justicia, algunos restaurantes, el arco del Deán y que antes de la guerra de Independencia Zaragoza fuera “la Florencia española”. También hay cosas que no me gustan o que me gustaría que fueran de otra manera –me gustaría que hubiera metro a los barrios rurales, que no hubieran quitado el seto de la Avenida Goya, que la Feria del Libro se mimara más, que hubiera menos procesiones, que desapareciera lo de “grandes proyectos” de la concejalía de cultura…

En el texto que Félix Romeo escribió para la exposición “Visión emocional de la Zaragoza” dice que la frase que más oye es “Zaragoza es una (puta) mierda”. Y que la gente que la pronuncia no siente que esté incluida dentro de la mierda, pero que él cree que forma parte de la (puta) mierda que es Zaragoza. Yo también. Creo que la ciudad la hacemos los ciudadanos, los que compramos o no libros, vamos o no al teatro, etc. Y no creo que vivir en una ciudad u otra te haga ser mejor o peor escritor, pintor, fotógrafo o cocinero. No culpo a Zaragoza de no tener más talento, de no ser mejor escritora, de no ser más alta o de que mi novio me deje por otra (cosa que no ha sucedido, aún). Tampoco creo que Madrid me vaya a hacer mejor (aunque hayas más zapaterías donde pueda comprarme unos zapatos de tacón).

Sé que voy a echar de menos la ciudad, las terrazas y a mis amigos y a mi familia. Sé que estaré más o menos bien en Madrid. Y seguramente me seguiré sintiendo parte de la (puta) mierda que es Zaragoza.

2 comments

  1. Raúl

    Yo no puedo hacer otra cosa que desearte lo mejor. Lo contrario sería feo y una estupidez.
    Sonrío.

  2. Pau Llanes

    Te entiendo… yo también salí de esa ciudad hace más de veinte años… como tantos otros. No somos emigrantes, sino viajeros… Aspiramos a crecer, a tener otros horizontes, a respirar otros olores, desconocidas humedades… o yo qué sé. También lo hacemos cuando se hacen insoportables los enanos depredadores, esos baturros asesinos, su guadaña de mediocridad…

    Acordarme de Zaragoza y quemarme vivo, todo es uno… confesaba Goya desde su exilio. Al principio volvía de vez en cuando, pero nunca regresó al final… A Zaragoza la quiero lejos, me quema cerca, la recuerdo sin nostalgia, la compadezco…

    Un saludo desde el otro lado, bajo el volcán, con otro acento.

    Pau Llanes

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