La fragilidad de Muriel Spark

Contraseña rescata otro libro inédito en español, ‘El asiento del conductor’, de Muriel Spark (Contraseña, 2011), traducido por Pepa Linares, con ilustración de cubierta de Alberto Gamón y con un prólogo de Eduardo Lago.  Muriel Spark (Edimburgo, 1918 – Toscana, 2006) tomó el apellido de su marido, un profesor que estuvo destinado en Zimbabue, al que abandonó para volver a Inglaterra; trabajó en el secretariado de Relaciones Exteriores redactando falsos boletines radiofónicos para el contraespionaje, se convirtió al catolicismo, fue amiga de Graham Greene y vivió con la pintora y escultora Penelope Jardine en Italia hasta su muerte.

‘El asiento del conductor’ es un libro raro: la protagonista, Lise, es una maniática, egoísta, obsesiva, sufre ataques de ansiedad y tiene mal gusto vistiendo. Lise llama la atención por donde pasa, por su atuendo y por su comportamiento: “Quizá, más que los colores en sí, lo que choca es la combinación del rojo del abrigo con el malva del vestido. El caso es que, cuando coge el pasaporte enfundado en plástico de manos del conserje, él la contempla como si soportara sobre sus débiles hombros la totalidad de las excentricidades del alma humana”. Se va de vacaciones a Italia, y antes de que su avión despegue ya sabemos que no volverá, que la encontrarán muerta y que se abrirá una investigación policial. La novela recoge las últimas horas de vida de Lise: a pesar de saber lo que ocurre, cómo ocurre –y de descubrir al final quién es la mano ejecutora- la muerte de Lise queda envuelta en el misterio y resulta incomprensible.

Recuerda, por momentos y con más sentido del humor por lo grotesco, al desasosiego que producen las novelas de Paricia Highsmith, sobre todo, la saga de Ripley, o a las series de televisión en las que se resuelven crímenes, solo que en la novela de Spark el que importa es el muerto, no el asesino. La que da miedo es Lise: es capaz de abandonar a la anciana señora Friedke en medio de una protesta estudiantil, y de colarse en el hotel donde se hospeda un jeque, pero también escapa de dos intentos de violación y acompaña a la señora Friedke a comprar regalos y toman un helado: “Lise, con su helado de vistosas vetas delante y la cucharilla en la mano, no para de reír. La señora Friedke, que parece asustada, se asusta más al comprobar que se han apagado las voces del bar y que la gente mira a la dueña de la risa”. Lise despierta admiración y rechazo, un poco de ternura ante su desamparo, pero no la suficiente como para permanecer a su lado en el avión durante un vuelo; da miedo, perturba porque parece capaz de cualquier cosa con tal de llevar a cabo su plan, que se va desvelando poco a poco. ‘El asiento del conductor’ es una novela atípica, ágil, que se lee bien y que deja una extraña sensación de fragilidad.

*Esta reseña se publicó el pasado jueves 19 de mayo de 2011 en el suplemento ‘Artes & Letras’ de Heraldo de Aragón.

2 comments

  1. Raúl

    Reseña práctica y hermosa. si las referencias del libro -que no conozco- es la “saga” Ripley de la Highsmith, no son malas, no.

  2. Pau Llanes

    Gracias por recomendar(nos) leer a Muriel Sparks… Sólo he encontrado Señoritas de escasos medios y su ironía es una delicia…

    Un saludo

    Pau Llanes

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