Aniversario

Esta semana se ha cumplido el primer aniversario del 15-M, seguramente uno de los movimientos ciudadanos que más adhesiones y simpatías ha generado en la España democrática. A mí no me gustan las manifestaciones, quiero decir que no me gusta participar en ellas: me siento aborregada y arrastrada, sin personalidad, como si me hubieran anulado. En realidad, consiste en eso, solo que la gente que va a las manifestaciones se siente mejor al formar parte de algo. A mí me pasa justo lo contrario. Me siento borrada.

Por un lado, me emociona ver que la gente sale a la calle a protestar por los recortes, a quejarse de la improvisación, en el mejor de los casos, del gobierno de Rajoy. Pero no puedo estar de acuerdo con algunas de las consignas del movimiento. Por ejemplo, me parece una frivolidad que digan que en España no hay democracia. La hay, seguramente imperfecta y mejorable. Tampoco estoy de acuerdo en el grito de que no nos representan. La mejor respuesta la dio Fernando Savater: “el problema es que sí nos representan, y por eso deben ser mejores”. Me molestó el “no les votes”, que en realidad quería decir no votes, porque animaba a despreciar la manera más legítima de defender lo que se cree, y eso es una irresponsabilidad que tal vez fuera decisiva en la mayoría absoluta del PP. Sospecho que ahora las movilizaciones están más justificadas que hace un año, cuando el movimiento tenía algo nostálgico, como si quisieran tener su Mayo del 68.

El día 12 empezaron las marchas conmemorativas en Madrid. De camino a los cines Verdi, para ver la maravillosa película de Mia Hansen-LØve, ‘Un amor de juventud’, me crucé con los manifestantes. Era bonito ver a toda esa gente defendiendo sus ideas, protestando, y es bonito pensar que eso es también la democracia: permitir que otros salgan a la calle para decir lo contrario de lo que crees.

A la salida del cine, nos preguntábamos qué pasaría si dentro de veinte años los hijos que aún no tenemos nos preguntaran dónde estábamos el día de la revolución, si participamos. Y nosotros, tal vez avergonzados, tendríamos que confesar que no estuvimos allí, que esa tarde fuimos al cine. En la versión más pesimista de ese futuro hipotético, tendríamos que explicarles qué es el cine, qué era ir al cine. En la versión más optimista, nuestros hijos dirían que sus padres son unos burgueses idiotas. Pero no es una cuestión de esnobismo, les explicaríamos a nuestros hijos, sino de defender lo que nos gusta y defenderlo como nos gusta. Manifestarse puede ser hacer la revolución. Pero ir al cine, leer, escribir, comprar discos, disfrutar de la alegría, del placer y discutir sobre las cosas que están pasando en una cena con amigos también es defender lo que se cree.

*Bañera publicada el domingo 20 de mayo en Heraldo domingo, el suplemento dominical de Heraldo de Aragón.

2 comments

  1. Irene

    Querida amiga,
    Amén. Ya sabes cómo soy, ya sabes cómo pienso. Las manifestaciones anulan a veces a las personas. Están bien y, en cierta medida, son necesarias por aquello de “que nos escuchen” pero yo el otro día vi a una chica en una de las manifestaciones con un pito, saltando como un bufón, mientras pitaba y daba palmas (no sabía si estaba de fiesta o de protesta). Creo también que los gritos de protesta no son muy adecuados.
    En cuanto a lo que dices sobre las votaciones… totalmente de acuerdo. La democracia nos ha dado una cosa maravillosa: el derecho a elegir y a votar. No ir a votar creo que fue lo peor que pudo hacer tanta gente. En las Mesas electorales estaba gran parte de nuestra voz, y muchos se callaron.

    Leer, ir al cine, pensar, charlar y ser libres, de mente.

  2. Vicente

    Me manifiesto totalmente de acuerdo contigo, Aloma.
    Te leí el domingo y me gustó mucho tu “ANIVERSARIO”. Me alegraste el día. Entusiasmado me puse a escribirte pero de repente frené y me dije: “Tranquilo viejo. Tranquilo que a lo mejor no es para tanto”. Hoy, en frío, me reafirmo: has hecho una reflexión muy interesante, muy democrática y lo has contado muy bien.
    Un abrazo muy, muy, muy.

    Vicente

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