Reseña de ‘Hostal Parisién’, de Antonio Fontana

‘Hostal Parisién’ es la cuarta novela de Antonio Fontana (Málaga, 1964) y es el nombre del hostal que abren los padres del narrador un año antes de que él nazca. El Hostal Parisién no está en París, sino en Málaga: “No era exactamente París, qué iba a ser París, pero era lo más cerca que estaríamos nunca de París”. Está en la calle de los Cuarteles, pero cuando el hostal abrió, de los cuarteles que dan nombre a la calle solo quedaba uno y “estaba a punto de ser demolido”. Las paredes del hostal están llenas de fotos del padre del narrador en los lugares más famosos de París: la Torre Eiffel, el Molino Rojo, el Arco de Triunfo y los Campos Elíseos.

El narrador vuelve a la calle de los Cuarteles, donde “las cuatro o cinco fotos de París cuelgan todavía de las paredes” y “la placa del portal sobrevive a la roña y a los años”; vuelve a la casa de su infancia en una visita breve e incómoda, y descubrimos a su madre enferma: no reconoce a su hijo, cree que vive en otra época, en la que era la encargada de cobrar a los clientes del hostal y de que todo estuviera en orden. La vuelta a la casa paterna es una vuelta a la infancia que sirve para trazar una foto de familia que se remonta varias generaciones: presenta a los abuelos paternos genoveses –de los que recupera cartas y fragmentos de un diario- y a la familia materna, que vive en Madrid en una casa llena de familiares más o menos lejanos y tías solteras o viudas. Seguimos las peripecias y las desgracias (o como se dice en el libro, “de entre todas las anécdotas del sálvese quien pueda que fue la guerra, elijamos una cualquiera”) de las dos sagas durante la Guerra Civil y poco a poco, con saltos en el tiempo, llegamos al momento crucial de la novela: cuando Mercedes y Antonio, los padres del narrador y fundadores del Hostal Parisién, se conocen y se enamoran. A pesar de que se puede intuir que se van a encontrar, los tiempos y los relatos están manejados de manera que el encuentro entre los padres consigue sorprender y emocionar al lector.

El libro podría haber ido en otra dirección, tal vez desarrollar más esas partes en las que el narrador desvela detalles de sí mismo, esos fogonazos que son casi como puntas de icebergs (no se atreve a contarle al padre que ha roto con su pareja; tampoco a entrar en el cuarto de baño mientras su padre baña a su madre; vive un primer amor con un joven nadador que se hospeda en el hostal) o esos destellos en los que habla de lo que le incomoda volver a su casa. El narrador se cuenta a través de su familia, a veces escondiéndose, a veces mostrándose.

‘Hostal Parisién’ es un libro sobre la memoria, la propia y la ajena, sobre cómo se construyen los recuerdos y, al mismo tiempo, trata de salvarlos del olvido. Es un árbol genealógico familiar, más o menos real, en la nota final dice: “Las cosas ocurrieron tal como las cuento, pero no exactamente tal como las cuento”. Habla de la identidad y de las relaciones entre padres e hijos. Es un libro nada vanidoso ni autocomplaciente sobre cómo escribir literatura desde la memoria que recorre el siglo XX español. Es una novela delicada y valiente que trata de proteger la historia familiar del olvido inevitable y que contiene una poética de la memoria.

‘Hostal Parisién’, Antonio Fontana, El Aleph, Barcelona, 2011, 191 páginas.

*Reseña publicada en ‘Artes&Letras’ el pasado jueves 21 de junio.

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