Pon tu mente al sol

“Si pudiera elegir, saldría de la bolsa del canguro; si tuviera que elegir, me quitaría la piel para estar desnudo”; cantaba Sergio Algora en una de las canciones más famosas de El niño gusano, y después: “pondré mi mente al sol”. El lunes 9 de julio se cumplieron cuatro años de su prematura muerte. Me acuerdo de Sergio Algora casi todos los días. Me acuerdo de él entrando en el bar Bacharach con una bolsa de limones y diciéndome que le pusiera un vino blanco. Me acuerdo de Sergio besando a Maribel, su novia; me acuerdo de Sergio trayéndome un bocadillo para cenar un domingo por la noche.

Sergio era cantante, poeta, escritor y tenía un bar en el que me dio trabajo de camarera. También me dio una educación sentimental. Las noches que pasé en el bar, a veces a puerta cerrada, son parte de mi formación. La vida con Sergio era una aventura: siempre se abrían caminos inesperados y sorprendentes a su lado. Contaba historias ligeramente basadas en hechos reales, escuchaba, se preocupaba por los demás y le encantaba reírse. Podía ser gamberro y hablar de poesía en serio, jugar a las películas, invitar a champán, poner la mejor música y comentar los libros que estaba leyendo. Iba al cine todas las semanas. Su muerte nos recordó que no somos inmortales. Yo tenía veinticuatro años la mañana en que Sergio Algora murió y él no había cumplido cuarenta. Murió de un infarto, mientras dormía; años atrás un virus se había alojado en una de sus válvulas y le habían operado. Zaragoza era una ciudad menos emocionante y más triste sin él, y lo es más tras la muerte de Félix Romeo.

Sergio Algora escribió poesía, relato, novela y teatro. Es una pena que no se hayan reunido sus poemas en un volumen; que no se haya preparado una buena edición que incluya las letras de las canciones y la pieza de teatro. Muchos de sus versos se han usado para hablar de él y de su muerte: “el hombre bombilla se apagó”; “el fabricante de alas de mariposa”; y la más evidente: “El rey ha muerto”: “muñecos de nieve vienen a verme, me dan su frío / se ríen y gritan, es el final del cuento”.

Es verdad que la muerte de Sergio Algora me sumió en la tristeza, pero también es verdad que él era un hedonista: estaba a favor de la risa, de la alegría y de la diversión en cualquier forma. Sergio solía ofrecer champán para todos, brindaba su alegría y trataba de contagiarla a los demás. Pero que nadie se confunda, Sergio no era un frívolo y se tomaba muy en serio su felicidad y la de los que le rodeaban. Champán para todos.

*Columna del domingo 15 de julio de 2012, publicada en Heraldo domingo.

One comment

  1. Luis

    Sergio era un ser especial, desgraciadamente no solo la familia perdió un ser querido, no solo su ciudad (Zaragoza) perdió un ciudadano libre de pensamiento y acción, no solo sus amigos perdieron un compañero de noches interminables, lo que de verdad hemos perdido todos es un poco de esa ilusión por la vida que nos transmitia, esas ganas de vivir la vida y no pasar desapercibido, incluso sin intentarlo. Sergio era un ser especial y sigue siendolo cuando cogemos un libro o escuchamos alguna de sus canciones.
    Siempre estará presente.

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