Septiembre y 19

Este miércoles se ha cumplido el segundo aniversario de la muerte de José Antonio Labordeta. Al día siguiente de su fallecimiento los jardines de la Aljafería se llenaron de gente que hacía cola para entrar y despedirse, y que luego se quedó para cantar las canciones de Labordeta. Fue algo realmente extraordinario, emocionante e inolvidable.

No sé cuál es mi primer recuerdo de Labordeta, aunque él hablaba de una visita a Cantavieja, durante un verano en el que mi madre trabajó allí. Tengo muchos recuerdos de Labordeta: las cenas de Casa Emilio, los cafés en el Levante, un viaje en su coche a Lechago para acudir al entierro del padre de Luis Alegre, las visitas a su casa cuando estaba enfermo. Una vez, después de la presentación de un libro de Javier Tomeo, en una terraza de Independencia, le confesé que estaba aprendiendo a tocar la guitarra, y él contó que escuchando sus primeros discos se sorprendía de lo bien que estaba tocada la guitarra y luego descubrió que era él quien hacía los arpegios.

Contaba anécdotas todo el rato: se había llevado ‘Brindis’, la novela de Ismael Grasa, a una de las sesiones de quimioterapia y no pudo reprimir la risa que le produjo uno de los pasajes del libro. Contaba cómo su risa llenaba la sala donde esperaban los enfermos de cáncer. Quedamos a cenar en Casa Emilio cuando se fue del Congreso y cantamos sus canciones. Recuerdo que Juana de Grandes, su mujer, nos pedía que por favor no cantáramos “Arremójate la tripa”. No hace falta que diga que fue la siguiente canción que tratamos de entonar. Una de las cosas que más me gustaba de Labordeta era su sentido del humor, que nunca le abandonó. Me impresionaba su curiosidad y admiraba su respeto por el afecto.

Labordeta tenía algo que hacía que casi todos los aragoneses se sintieran reconocidos y representados por él. Era alguien respetado y querido, alguien que generaba confianza y con quien daban ganas de charlar. De hecho, en una encuesta sobre con qué personaje famoso se irían de cañas los aragoneses, él fue el más votado. No sé si volverá a surgir un personaje así en Aragón, y si lo hace, cuánto tiempo pasará.

Labordeta era sobre todo escritor: de poemas, cuentos, novelas, canciones, artículos, memorias, etc. También fue profesor, y padre de tres hijas y abuelo de dos nietas. Aunque yo no sé cuál es mi primer recuerdo de él, sé cuál era su “Primer recuerdo”, un poema dedicado a su padre: “Hoy marzo y siete. ¿Recuerdas? Yo recuerdo. / Soy vivo y te recuerdo: Íntegramente puro, / siempre igual. Diste la mano a quien te dio la mano / y arrancaste el odio a quien te odió de espaldas.”

*Columna publicada el domingo 23 de septiembre en Heraldo domingo.

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