Sacristán y ser feliz

El martes se anunciaron las candidaturas a los Premios Goya 2012 y, por fin, José Sacristán opta al Premio Goya como mejor actor. José Sacristán (Madrid, 1937) es parte de la historia del cine español y está nominado por ‘El muerto y ser feliz’, la película de Javier Rebollo en la que interpreta a Santos, un asesino a sueldo al que le han detectado varios tumores y que emprende un viaje sin rumbo por Argentina con morfina y una chica a la que recoge en una gasolinera.

Sacristán forma parte del imaginario colectivo gracias a las películas del destape y de Paco Martínez Soria; pero también gracias a películas como ‘Un hombre llamado Flor de Otoño’, de Pedro Olea, ‘La vaquilla’ (Luis García Berlanga, 1985) y en ‘El viaje a ninguna parte’ (Fernando Fernán Gómez, 1986) y ‘La colmena’, de Mario Camus, donde interpreta a Marcos Martín López, el aprendiz de escritor al que acogen en una casa de putas. Se enamora de una de ellas, encarnada por Concha Velasco, que este año recibe el Goya de Honor. Además, estará en Zaragoza dentro de unas semanas con la obra de teatro ‘Yo soy don Quijote de La Mancha’.

El año pasado pudimos verlo en la maravillosa ‘Madrid, 1987’, de David Trueba, donde interpretaba a un columnista y escritor al que una estudiante de periodismo, María Valverde, entrevistaba. Se quedaban encerrados en el baño y allí, desnudos la mayor parte del tiempo, él hablaba, le daba lecciones, se peleaban, hacían el amor e imaginaban que se proyectaba una película sobre las baldosas verdes del baño.

En ‘El muerto y ser feliz’ José Sacristán está inmenso. La película es muy literaria: Santos y su acompañante cruzando Argentina hacen pensar a veces en don Quijote y Sancho Panza cruzando La Mancha, pero también tiene mucho de Juan Carlos Onetti, uno de los escritores favoritos de Javier Rebollo. La película se estrenó el viernes, vaya a verla: es una película atrevida y es un cuento precioso sobre “un asesino a sueldo que no asesina” y que se echa a la carretera cuando sabe que va a morir y que tal vez se convierta en un mito. Javier Rebollo ha construido una fábula moderna y original y una reflexión sobre cómo nacen los mitos. Santos huye de la muerte hacia el norte en un viejo coche con Érika, a la que recoge por casualidad. Conforme la enfermedad avanza, su adicción a la morfina crece. Hay enfermeras, pistolas, balnearios, pueblos en los que le ayudan a arreglar el coche, estudiantes extranjeras que hacen dedo en mitad de la carretera, perros monstruosos y perros que mueren atropellados. Puede que entre Érika y Santos haya una historia de amor o de complicidad. Como Santos, Sacristán ya es un mito, pero mejor: José Sacristán existe.

*Bañera publicada el domingo 13 de enero de 2013 en Heraldo Domingo.

 

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