Librerías

La semana pasada la ministra de cultura francesa Aurélie Filipetti anunció un aumento de 4 a 7 millones de euros el presupuesto de las subvenciones al gremio de las librerías para evitar que cierren, como ha sucedido en EEUU. Un mundo sin librerías es mi imagen del infierno, la peor de las pesadillas. Me he pasado la vida en ellas y sigo pasando gran parte del tiempo que no estoy en casa en librerías. Tanto es así que mi novio y yo hemos acordado que en caso de que pase algo grave y no podamos localizarnos, nuestro lugar de encuentro será La Buena Vida, la maravillosa librería de la calle Vergara, al lado de Ópera, en Madrid.

Si tuviera que elegir una sola librería en Zaragoza no sería capaz: tengo el corazón dividido, entre otras cosas, porque los zaragozanos tenemos la gran suerte de contar con muchas y muy buenas librerías en la ciudad. Todo el mundo se pregunta qué sucede en Zaragoza, por qué hay una cantera literaria, por qué hay tantas editoriales, por qué hay tantas librerías. No tengo respuesta, pero me hace profundamente feliz y es una de las razones por las que me gusta mi ciudad.

Este año celebran su aniversario varias librerías zaragozanas: Librería París cumple 50 años, Cálamo, 30 y Librería Antígona, 25. Los portadores de sueños, que celebraron 8 años de vida, recibieron el Premio a la Librería Cultural 2012. Cálamo, Antígona y Los portadores son algunas de las razones por las que todo el mundo querría vivir en Zaragoza. Julia Millán y José Fernández, los dueños de Antígona, forman parte de mi vida desde que tengo memoria. Creo tener una imagen borrosa de cuando les contaron a mis padres que iban a abrir la librería y creo acordarme de mi padre preguntando por el nombre que el iban a poner y que a mí me sonó muy raro. Pero puede que sea todo un recuerdo inventado. Antígona está en la calle Pedro Cerbuna, así que cuando salía de las revisiones en el Hospital Infantil con mi padre siempre pasábamos por allí. Me fascinaba esa librería caótica e infinita, con la mesa de novedades inmensa y la parte de atrás, en la que imaginaba que guardaban los mejores libros. Cuando estaba en la facultad compraba allí todos los libros de la carrera y puede que no fuera a alguna clase por estar allí ojeando la mesa repleta o tomando café y haciendo bromas. En la librería Antígona presenté mi primer libro, con Sergio Algora e Ismael Grasa, brillantes e ingeniosos. Muchos de los paseos con Félix Romeo acababan allí, después de pasar por la heladería.

Las librerías están llenas de libros y de literatura, también de vida, de felicidad, de risas y de placer. Si no estoy en casa, seguramente estaré en alguna librería.

*Bañera publicada el domingo 7 de abril de 2013 en Heraldo domingo.

*La foto de Librería Antígona es de Jesús Llaría para Jotdown.

 

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