Relámpago

En alguno de los pueblos de Teruel donde pasé los veranos de mi infancia, aprendí a calcular la distancia a la que estaba la tormenta: había que contar los segundos que separaban el relámpago del trueno; es decir, la luz del sonido. Me costó tiempo entender que era el mismo fenómeno, pero que se percibía a destiempo por la diferencia a la que viajan uno y otro. Cuando el trueno sonaba casi a la vez que se veía el resplandor era que la tormenta ya estaba allí. Era como jugar al pilla pilla con la naturaleza; una especie de cuenta atrás que, en caso de cogerme en la calle, terminaría con un rayo atravesándome y chamuscándome como Coyote después de fracasar en el enésimo intento de acabar con Correcaminos.

Me he acordado de esto al terminar ‘Blitz’, la novela de David Trueba: ‘blitz’, además del nombre que han puesto los alemanes a una cala de Mallorca, significa “relámpago”, que hace pensar en tiempo y en luz; es destello y fugacidad, pero también algo que deja una huella, un eco, y cuyas consecuencias no siempre son inmediatas. Algo de todo eso hay en el libro: Beto Sanz es un paisajista que acude a un congreso en Múnich y allí, frente a su novia, Marta, descubre que ella está enamorada de otro. Parece que la torpeza sea el modelo de comportamiento: el descuido de Marta al mandar un sms a Beto por error precipita la ruptura, la desmesura de Beto cuando comparte mesa redonda y discusión con su archienemigo –aunque el odio circula en una dirección-, Álex Ripollés; la insistencia de este en remarcar belleza de Marta durante el vuelo que los lleva de vuelta a casa y en el que se reconcilian. También es torpe el sexo, que es uno de los temas de la novela y se aborda desde la naturalidad, la ternura y la imperfección de los cuerpos. El libro tiene también ese valor añadido: es una defensa de la belleza de lo feo, de lo hermoso de lo flácido y una rebeldía contra la tiranía de la juventud, la perfección, la tersura y el veto de las arrugas. La novela ofrece también una lectura sociológica: el protagonista es un arquitecto errante que no encuentra trabajo y que es víctima de la precarización de la vida.

El estilo del libro tiene algo de relámpago: a veces da la sensación de estar leyendo el cuaderno de notas del protagonista, por la ligereza y la crudeza con que habla y lo poco que se esfuerza en camuflar sus defectos. ‘Blitz’ está llena de personajes imperfectos y humanos, y hay sitio para el amor, la amistad, las equivocaciones y la ternura; es uno de esos libros que acompañan una vez terminados y cuya huella es mucho más profunda y duradera de lo que su aparente ligereza pueda parecer.

*Esta bañera se publicó el domingo 5 de abril de 2015 en Heraldo domingo.

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