Zerolo

El martes 9 de junio murió en Madrid Pedro Zerolo (Caracas, 1960) como consecuencia de un cáncer de páncreas diagnosticado un año y medio antes y cuyo pronóstico inicial había sido de poco más de dos meses de vida. A pesar de la enfermedad, Zerolo seguía siendo concejal de Madrid –se había presentado por primera vez en 2003– y era el presidente de PSM, tras la dimisión forzada de Tomás Gómez.

Zerolo había nacido en Venezuela, donde su padre se había exiliado, estudió Derecho en la Universidad de La Laguna y después se trasladó a la capital. Fue una de las caras más reconocidas de los primeros desfiles del orgullo gay en Madrid, cuando Chueca todavía era un barrio semipeligroso y los homosexuales estaban estigmatizados. Presidió el  Colectivo de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales de Madrid (COGAM), que luego pasaría a ser la Federación Estatal de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (FELGTB), que abandonó al presentarse como candidato por el PSOE en las listas municipales de Madrid con Trinidad Jiménez como número uno.

El principal logro de Zerolo, por el que serán recordados él y el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, fue impulsar –con ayuda de muchos, claro– la ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo, aprobada en 2005, y que hizo a España pionera en legislación en materia de derechos y libertades. Han pasado diez años y las reticencias, los comentarios de mal gusto, las burlas, los recursos en el Tribunal Constitucional, las “peras y las manzanas” o el “que no lo llamen matrimonio” están difuminados en el recuerdo y han pasado a ser casi bromas cuyo origen nadie tiene claro. Quienes se oponían a la ley han terminado aceptándola: la naturalidad de la convivencia se ha impuesto. Zerolo se casó con su pareja después de que se aprobara la ley. Javier Maroto, del PP de Vitoria, anunció hace poco que contraería matrimonio con su novio. España abrió un camino hacia una sociedad abierta, tolerante y donde los derechos de las personas no se ven menoscabados por su orientación sexual, que han seguido otros países europeos: Luxemburgo, cuyo primer ministro se casó con su novio hace unos días, e Irlanda, que secundó la legalización en un referéndum. La ley fue un triunfo de los valores democráticos sobre la moral impuesta.

Sufrió duros ataques: en un momento especialmente delirante y perverso, los enemigos de las ideas de tolerancia llegaron a decir que su enfermedad bien podía ser un castigo divino. Nunca respondió. Perdió su melena rizada, uno de sus rasgos más identificables, y siguió en la lucha y el activismo por conseguir una sociedad –y un país– mejor, más justa, más libre y más igualitaria.

*Columna publicada el domingo 14 de junio de 2015 en Heraldo domingo.

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