Bolos

Mi amiga francesa se iba a Chile en una semana. Había pasado un mes fuera de la ciudad, en Grenoble, supongo que despidiéndose de su familia. Volvimos casi a la vez. Ella de Nice y yo de París. Era viernes.

Barreiros y yo hacíamos un esquema del sistema nervioso para mi hermano. Él había quedado con su profesor de literatura norteamericana: estaba borracho. Mi madre había decidido en el último segundo acompañar a mi padre a una cena y quería que le ayudara a elegir la ropa. Le obligué a ponerse el vestido que acababa de regalarle.

Me llamaron de Viridiana. Me ofrecían dos bolos para el fin de semana siguiente. La fiesta de despedida de mi amiga francesa iba a ser ese sábado. Así que les dije que me dejaran comprobarlo.

Mi amiga francesa me dijo que, al final, la fiesta sería en jueves porque todo el mundo tenía bolos ese fin de semana. De todas formas, decía, no ibas a dejar de hacer un bolo por una fiesta. No era una fiesta cualquiera, era la fiesta de despedida de mi amiga francesa. Le dije bueno, no sé y colgamos. Llamé a Viridiana y confirmé mis bolos para el fin de semana siguiente.

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