Todos somos una cuota

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El 16 de octubre, aún con la resaca de las fiestas del Pilar y de la proclamación del Estado independiente más breve de la historia –Catalunya, 8 segundos–, se celebra en España por segunda vez el día de las escritoras. A la vez se ha lanzado la iniciativa #Yoleoautoras y se propone leer solo mujeres durante ese mes. Sería estupendo que no hiciera falta destacar que las mujeres hacen cosas. En la burbuja en la que vivo ese día es innecesario: leo a muchas más mujeres que hombres y los hombres que me rodean leen a mujeres, las admiran y me las recomiendan. También comparto lecturas e intereses con amigas y nos cruzamos libros, supongo que es eso que ahora se llama sororidad. Tengo un amigo que me pide que le preste libros de escritoras a las que no conoce. Ignacio Martínez de Pisón siempre cita a tres escritoras entre sus referentes: Anne Tyler, Alice Munro y Natalia Ginzburg. Félix Romeo, admirador y traductor de la italiana, me descubrió a otras creadoras como Agnès Varda, Valérie Mréjen o Annie Ernaux, cuyos libros me regaló mi hermano, que fue quien me habló de Mary Beard, Joan Didion o Susan Pinker. Con Jonás Trueba comparto admiración por la escritora Isabel Bono y por la cineasta Mia Hansen-Løve.

No soy tan inocente como para creer que mi mundo es una representación a escala de toda la sociedad. Esta semana se hizo público el cartel de un congreso sobre feminismo en el que no había ni una sola mujer. Hace unas semanas se presentó un congreso de columnistas en el que tampoco aparecían mujeres –estaban por confirmar, respondieron desde la organización–. A veces ese tipo de reproches esconden, como señaló la gestora cultural Cristina Consuegra, un feminismo del beneficio propio. Y a veces las mujeres sabemos que nos invitan porque somos cuota (en realidad, nunca se saben las razones por las que han invitado a los demás y siempre hay una cuota: local, de ideología, de minoría cultural, etc.). En esos casos, hay que sobreponerse al síndrome de la impostora y aprovechar la oportunidad para demostrar, independientemente de por qué se hayan acordado de nosotras, que tenemos cosas importantes que decir.

*Columna publicada el domingo 15 de octubre de 2017 en Heraldo domingo.

**En la imagen, Marguerite Duras con su hijo.

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