Mundo mascota

Ayer me pasé el día dentro de una mascota de la que una señora dijo: “es tan fea que dan ganas de llorar”. Y era verdad. Yo también tenía ganas de llorar y de dormir. Acabé con un dolor terrible de cuello. Mis compañeros de animación –supuestamente ruedan un anuncio- me empujaban porque les parecía gracioso. Me mandaban a buscar cosas, como si con esas manazas gigantes se pudiera coger algo.

Dentro de la mascota me acordaba de las series americanas para adolescentes en las que siempre hay uno que tiene que hacer de hombre pancarta y se encuentra con la chica que le gusta y hace el ridículo. A mí por lo menos no se me veía la cara.

Cuando llegué a casa hice tres de los cuatro trabajos que me faltan para aprobar la didáctica de la lengua del CAP. A pesar de todo, creo que prefiero ser mascota a opositar. Aunque no estoy segura.

One comment

  1. julipingo

    Bueno, la preguntita del color de la leche me está poniendo un poc nerviosito. Si ya no lo acierto es que soy daltónico o que en mi casa untamos las magdalenas en vino rancio.
    ¿Qué mascota encarnaste?
    ¿A la joven y presumida Rubi?
    ¿O al contemporáneo Fluvi?

    Las mascotas pesan, dan calor, pican y dificultan los movimiento, pero no dejar ver quien hay dentro, y eso hace que el que vaya dentro sea el el que manda. Eso mola…

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