Mi padre

Mi madre me dice que mi padre está deprimido. Le escribo un mail diciéndole que estoy preocupada. Me responde que sólo se está haciendo viejo. No me lo creo. Me dice que va a remontar. Eso sí me lo creo.

Mi padre es gallego. A los dieciocho años dejó su casa y fue a Zaragoza por azar. Allí conoció a una estudiante de medicina. Se enamoraron. Ella se quedó embarazada y se casaron. La madre de la chica no fue a la boda -se quedó rezando en la iglesia-, a cambio bautizaron al niño.

Mi padre rechazó una beca para estudiar en Santiago. Leía a Borges, a San Juan de la Cruz, a Machado. Trabajaba en un bingo, llegaba tarde a casa y siempre con un toke para mí y otro para mi hermano.

Mi madre se licenció y ha trabajado en casi todos los pueblos de Teruel.

Mi padre es escritor y trabaja en un periódico. Sus amigos dicen que es como google: es capaz de recitar la alineación de cualquier país de un mundial que ni siquiera vivió. Le gusta el boxeo, contar historias, ver jugar a mis hermanos a fútbol, la literatura y la fotogrfía. Cuando este invierno le llamé para decirle que me había comprado una cámara de fotos, se alegró. Me dice que tengo alma de fotógrafa. No sé si es pasión de padre. Cojo la cámara y voy a Monmartre.

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