Si fuera

Cuando íbamos de bolo con la Universidad, jugábamos a Si fuera en el autobús. Es bastante fácil: el que la paga piensa en alguien y los demás tratan de descubrir quién es preguntando qué sería si fuera una película, una canción, un animal o un color. Rafaela Carrá popularizó el juego en su programa de televisión. Era más divertido pensar en uno de los que estábamos en el autobús. Marta siempre era el rojo, El mago de Oz y un osito; Diego, una canción de Chenoa, el azul y un perro. Para mí, Emilie era gris, un gato y Sexo, mentiras y cintas de vídeo. A mí me hubiera gustado ser verde o morado, un gato, Grease o cualquier película de Billy Wilder o Woody Allen y una canción de los Beatles. Casi nunca me elegían a mí. Era una serpiente, el negro, una canción de Dinópolis y una película que no me gustaba. Nadie preguntaba si fuera una novela, pero si qué comida sería. Era muy difícil. En mi caso era agridulce. Me habría gustado ser Atrapado en el tiempo y “Raindrops keep falling on my head”. Me gustaría ser El libro de Rachel o Mi abuelo, Irma la dulce y “Charlotte Carrington”, de Vincent Delerm. Me habría gustado ser el menú infantil y puede que en eso estuviéramos todos de acuerdo. Odiaba ese juego. Me parecía cruel y casi nunca estaba de acuerdo con las respuestas de los demás. Pero el viaje se hacía más corto.

Busco la cita exacta en internet, sin éxito, de El mito de Bourne. Bourne entra en la habitación del malo de la CIA y finge apuntarle con una pistola en la nuca, en realidad es una grabadora. El malo le dice a Bourne algo así como que su pasado le persigue y nunca podrá escapar de él. Luego me acuerdo del chiste de Les Luthiers sobre la historia de una mujer atrapada por su pasado.

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