Julio, a mes visto

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Mientras mis padres viajaban a Lima en avión, Sara y yo acudimos a la entrega de los premios de la Universidad de Zaragoza. Tenía que recoger uno. Me puse un vestido y, después de ver el vídeo que grabó Maribel, me di cuenta de que tenía que haberme puesto un tanga. Había una recepción en el patio del Paraninfo y sólo se servían cava y trufas. Una señora quería llevarse la caja de las trufas, era de madera y le vendría muy bien para guardar los pinceles, porque la señora pintaba. Era una señora muy mayor, toda vestida de blanco y llevaba tacones. A un tipo no le pareció bien y empezaron a discutir. Ella le tiró la trufa y él respondió vaciando su copa de cava sobre todos nosotros. Ella hizo lo propio. Mientras, mis padres cruzaban el océano Atlántico. Uno de los pasajeros se puso enfermo. Mi madre se levantó para atenderle. Después de impedir que os otros dos médicos que había en el avión le pincharan cafinitrina o adrenalina, el avión dio la vuelta para aterrizar en Las Palmas.

A su vuelta, entré en quirófano para una operación de cirugía menor. Me sedaron y canté Devendra Banhart mientras la enfermera que me vigilaba me decía “¿No te dormirás?”. Estuve dos semanas bocabajo y sin poder bañarme en la piscina.

Julio terminó con Barreiros acompañando a mi padre a Arteixo a recoger a mi abuela.  Mi padre y yo habíamos pasado la semana en Barcelona. Barreiros me llamó desde Barrañán para decirme que olía tanto a eucalipto que parecía que estaba respirando chicle.

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