Ejulve

Hacía más de dos años que no iba a Ejulve, el pueblo de mis abuelos, en el que pasaba temporadas en verano y en el que ahora se reúne toda mi familia. Volví a coincidir en el viaje con la amiga de mi madre, que también había estado la última vez conmigo -mi tía la alicantina hizo una paella enorme a la brasa en el raso y mi madre se hizo pis encima a causa de un ataque de risa en las escaleras. Sara y yo compartimos cama en la habitación de los chicos; está junto a la antigua falsa, donde ahora está la tarima. En ese piso hay un baño y dos alcobas separadas por un arco sin puerta. Mi madre dormía en otra cama y su amiga ocupaba la tercera cama. En el bar sólohabía cuatro personas jugando al guiñote.

Volví el fin de semana siguiente, decidida a irme al pueblo de al lado de fiesta; como cuando era cría. Eran las fiestas de Castel de Cabra -aunque yo entendí pastel de cabra, por error, y casi vomito sólo de pensarlo. Conducía mi primo y a su lado iba su novia. Era la segunda vez que la veía. Detrás estaba uno de los grandes clásicos de Ejulve: una chica bajita, con el pelo rizado y la nariz redonda que podría ser de mi familia. A su lado iba el quinto ocupante, otra chica a la que seguramente habré visto crecer pero cuyo nombre soy incapaz de recordar. Sacamos litros de cerveza para todos y fuimos hacia el centro de la plaza. Sonaron las mismas canciones de siempre. La orquesta hacía una versión del clásico pasadoble “Paquito el chocolatero” y no había rastro de mis hermanos, que eran la razón por la que yo había ido a Ejulve y a Castel de Cabra. Bailé “Más” y “No rompas más mi pobre corazón” y casi conseguí recordar la coreografía entera. Pensé que los bailes populares, como las canciones de Mecano, nunca se olvidan: te dicen el principio y sigues solo. Por fin aparecieron mis hermanos. Fuimos por las callejuelas del pueblo y nos sentamos en la puerta de un corral. Les conté que una vez me habían tirado un cubo de agua en un pueblo. Creo que fue en Cañizar. Reconocí “Saturday night” y les enseñé el baile. Les dije que esa canción lo petaba cuando yo tenía su edad. Me dijeron que la seguían poniendo en las discomóviles. Luego volvimos a la plaza y nos separamos. Ellos se fueron con sus amigos y yo volví con mi grupo de edad. Fui al baño varias veces, me acompañó la chica bajita de pelo rizado y nos hicimos casi amigas. Insistía en que fuera a las fiestas de Ejulve. Le dije que lo pensaría. Después de que la orquesta se quedara sin luz, la gente lanzara litros de cerveza semivacíos al aire y mis hermanos me presentaran a algunos de sus amigos, se hizo de día. Volvimos a casa en coche. Atravesamos el bosque que hacía unas semanas había sido arrasado por el fuego. Intenté fijarme en el monte, en los pinos quemados. Pero sólo podía mirar a la chica bajita . Estaba llorando y miraba por la ventanilla.

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