Furgonetas

Cuando la Nissan Serena granate de mi padre era demasiado vieja para seguir haciendo viajes de Garrapinillos a Zaragoza, o de Zaragoza a Ejulve, cargada de muebles y personas, nos deshicimos de ella. Mis padres compraron la furgoneta cuando vivíamos en el Maestrazgo, después de que el motor del Seat Ibiza rojo se incendiara espontáneamente unos días después de la última revisión. Habíamos viajado los cuatro hermanos que éramos entonces, mis padres y Pluto, el perro al que tuvimos que sacrificar tiempo después. La Nissan murió de manera menos trágica. Nos había llevado a Galicia en los viajes familiares en verano. La habían abierto una Nochebuena y se habían llevado los regalos que nos había traído Papá Noel en la esquina de la avenida Goya esquina con la calle del Carmen.

Después mis padres cambiaron de coche varias veces: era como si no encontraran el sustituto ideal. Eran demasiado pequeños, se rompían o acababan en el desguace tras un accidente del que mi madre salió ilesa de pura casualidad. Al final se decidieron por un modelo de Peugeot de siete plazas: los cinco hermanos y mis padres. Al principio la llevaba mi padre, tenía que hacer muchas maniobras para meterla en el garaje. Tiene el freno de mano a la izquierda. Una de las pocas veces que la he conducido la dejé cruzada en medio de la carretera, frente al campo de fútbol de Garrapinillos. Uno de los conductores a los que bloqueaba el paso, quitó el freno de mano. Mi hermano iba de copiloto, había girado la cabeza para que no le reconocieran. Ahora la lleva mi madre y dice que le gusta mucho, que es más alta y tiene mejor visibilidad.

Aunque la tenemos hace dos o tres años, creo que nunca habíamos ido los siete juntos en el coche hasta hace unos días. Coincidió con el día de Navidad. Mi hermano mayor y yo habíamos dormido en casa de mis padres esa noche. Mi padre quería ir al cine. Mi hermano pequeño quiso venir esta vez. Subimos al coche: Sara y yo entramos por el maletero, mis hermanos iban en la fila de en medio y mi padre conducía con mi madre al lado. Por un momento pensé que me gustaría que fuéramos a hacer un viaje largo, a Galicia, aunque ninguno de nosotros lo pasara bien allí. Me sentía segura y feliz. Discutimos por la película que queríamos ver y nos decidimos por la uruguaya que pasaban en los Renoir. Ocupábamos toda la fila seis.

2 comments

  1. Vicente

    Ni más, ni menos. Perfecto relato. El mejor cuento de Navidad.
    ¡Que seas muy feliz!

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