Novela, documentación y papeles

Me ha sorprendido descubrir la cantidad de basura que genera escribir: versiones, notas, papeles, más versiones y muchas más notas.

La novela empieza así:

Dinópolis es el museo paleontológico en el que voy a trabajar durante el verano. Estoy en el autobús que me lleva a Teruel, una ciudad con todos los inconvenientes de los pueblos y ninguna de las ventajas. Para distraerme, reconstruyo el polvo que he echado hace sólo un rato. De hecho aún queda algo del cosquilleo postcoito. Y pienso en cuánto tardaré en volver a ver a Lucas, al que no me atrevo a llamar novio. Aunque creo que somos bastante novios prefiero llamarlo amante. Ha sido un polvo de despedida. Después me he duchado y Lucas me ha acompañado a la estación de autobuses. Cierro los ojos esperando que cuando los abra ya haya llegado a Teruel.

Es miércoles por la mañana y me alegro de que Adrián, mi jefe, haya venido a buscarme a la estación. Adrián tiene un coche pequeño y blanco y lleva gafas de sol. Tengo frío, le digo, porque el aire acondicionado del autobús estaba demasiado alto. Además, el autobús ha parado en todos los pueblos desde Zaragoza a Teruel y me he mareado un poco. Metemos mi equipaje en el maletero y subimos al coche.

-Vamos a la casa en la que vas a vivir y así dejas la maleta, si te parece -dice Adrián.

-Como quieras -le respondo-. ¿Dinópolis está muy lejos? -pregunto para entablar una conversación.

-Un poco, pero no mucho. Esto es Teruel, no Nueva York.

Adrián es bajito y muy simpático, se mueve con agilidad y tiene los ojos verdes. Es la primera vez que nos vemos. Hablamos por teléfono hace un par de semanas y Adrián bromeó conmigo, me preguntó si no me había arrepentido y me dijo los horarios de los autobuses. También me preguntó si iría a los ensayos, pero yo no podía porque aún no había acabado los exámenes. Me deseó suerte y me dijo que si tenía algún problema lo llamara y que me esperaba el 30 de junio.

-Vas a vivir en el 7.º C, de cielo -dice Adrián mientras se cierran las puertas del ascensor. Estoy a punto de decirle que es la primera vez que vivo en una casa con ascensor.

-De momento, sólo hay dos juegos de llaves, así que tendréis que hacer una copia mañana. Pedid un ticket para que os pueda devolver el dinero -continúa él y yo asiento.

Ya hemos llegado. Adrián toca el timbre y aparece Ana: una chica bajita y sonriente que lleva gafas de pasta. Nos damos dos besos.

-Bueno, pues yo me voy -dice Adrián y me siento indefensa de pronto-. Nos vemos en Dinópolis.

-Ven, te voy a enseñar la casa -sigo a Ana, que habla deprisa y me da demasiadas explicaciones. Por fin llegamos a mi habitación-. Es la más pequeña porque has llegado la última, pero no te preocupes, si necesitas una cama de matrimonio, te puedo dejar la mía. Si yo estoy sola, claro. ¿Qué te parece la casa? -Ana deja que me lo piense y, antes de que pueda decir nada, continúa-. Mola tener una terraza. He pensado que podemos cenar allí, creo que la mesa de la cocina cabe en la terraza. Seguro que por la noche corre aire.

Saco mi paquete de tabaco y le ofrezco un cigarro a Ana. Estamos en mi habitación: hay una cama, un armario y una mesa.

-Parece la habitación del hijo -digo y le doy el mechero a Ana.

Mi habitación está al lado del baño, así que cuando Luis, mi otro compañero de piso, sale con una toalla en la cintura, estamos a punto de chocarnos. Sólo nos damos dos besos.

-Qué suerte has tenido de encontrarme así -dice Luis muy serio. Luego se da la vuelta y lo miro: un poco más arriba del omoplato derecho veo una especie de peca gigante, son pelos.

-¿Vamos a la cocina? -dice Ana.

-Joder, no tengo comida. No he comprado nada ni me he traído nada.

-No te preocupes, yo tengo un montón de comida. Vine con mis padres y me han llenado la nevera. Además trajimos mi bici. ¿Qué quieres comer? ¿Te gusta todo? –asiento-. Pues vamos a hacer una ensalada y abrimos una lata de algo que haya.

Mientras preparamos la ensalada, me entero de que Luis y Ana se conocen de la Escuela de Teatro, de que Ana canta y de que Luis tiene esa voz entre ronca y demasiado aguda siempre.

-¿Te gusta el maíz en la ensalada? – me pregunta. He terminado de cortar tomate.

Luis aparece, ahora vestido, y trae un papel en la mano.

-Vamos a hacer un concurso, Violeta. Si quieres puedes participar -dice Luis.

-¿De qué va? -pregunto.

-Es un concurso para saber quién folla más en todo el verano. He apuntado nuestros nombres y cada vez que follemos, pondremos una cruz. Pero sólo valen los polvos que se echen en la casa.

-Ah, está muy bien -digo intentando que suene de verdad.

-Entonces, ¿quieres participar? -pregunta Luis.

-Bueno, ya me has apuntado, ¿no?

El concurso me parece una gilipollez. Pero Luis va a ser mi compañero de piso y tendré que aguantarlo. Ayudo a Ana a poner la mesa en la terraza.

-¿Y qué vas a hacer en Dinópolis? -pregunta Luis.

-No lo sé -digo-, creo que el Rex. Pero no sé de qué va.

-Qué suerte -dice Luis-. Es un espectáculo super chulo, a mí me encantaría poder hacerlo.

-¿Por qué no puedes?

-Sólo lo hacen las chicas.

-Ah. ¿Por qué?

-Ya lo verás -dice Luis, intentando crear misterio.

One comment

Post a comment

You may use the following HTML:
<a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>