Brujas

Cuando era pequeña no había Halloween. No había calabazas con agujeros en forma de boca y ojos; ni niños disfrazados de monstruos que tocaban timbre y pedían caramelos. No había que comprar chucherías para tener algo que darles a los niños del barrio. Los únicos dulces que nos daban a los niños eran los huesos de santo; a mí nunca me han gustado y recuerdo que hubo una época en que miraba aterrorizada a los que se atrevían a comer huesos humanos. Se iba al cementerio. Hace años mi abuela iba a cambiar las flores de su cuñada Almerinda, de su madre Carmen, y de algún familiar más o menos cercano. Ahora, mi madre y la acompaña a poner flores en la tumba de mi abuelo. Aunque mi abuela prefiere no hacerlo el día de Todos los Santos y se adelanta unos días o incluso semanas.

Ahora mi hermana pequeña sí que celebra Halloween: se disfraza, casi siempre de bruja, y toca los timbres de muchas de las casas de Garrapinillos y pide caramelos, que luego devora con sus amigas mientras comentan quién les ha negado un caramelo y se exponen a los sustos de sus amigos. Cuando era pequeña yo siempre quería disfrazarme de bruja, pero de bruja guapa, como Christina Rosenvinge: con las medias de rayas, el sombrero, el pelo largo y rubísimo y los bailes de ‘Hago chas y aparezco a tu lado’. Casi todas las chicas hemos querido ser Christina. Hace unos días, coincidiendo con mi cumpleaños, que me acerca a la treintena y me hace repasar mi adolescencia, casi siempre vergonzante, Rosenvinge ofreció un estupendo concierto acústico en Madrid. Interpretó temas de sus últimos trabajos y recuperó algunos viejos himnos. No recuperó ‘Hago chas y aparezco a tu lado’, cosa que hubiera hecho que hubiéramos muerto de nostalgia allí mismo. Christina sabe, como Jason Bourne, que nadie puede escapar de su pasado, así que lo revisa, lo recupera y lo presenta como nuevo. Escribe cada vez mejor, y las viejas canciones ganan con la nueva interpretación. Pone su voz, dulce y susurrante, al servicio de la canción.

Asumir lo que fuimos es muy difícil, y supongo que en eso consiste madurar: ser capaz de asumir nuestros errores del pasado, y no tener demasiada nostalgia, sobre todo de lo que no hemos vivido. Incluso de no haber celebrado Halloween.

*Esta columna se publicó en el suplemento ‘Heraldo Domingo’ de HERALDO DE ARAGÓN el domingo 30 de octubre de 2011.

La foto, pertenece a un momento del videoclip de ‘Mi vida bajo el agua’.

Post a comment

You may use the following HTML:
<a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>