Karaoke

Siempre me he preguntado por qué nos gustan los karaokes, qué es lo que nos resulta tan atractivo de hacer el ridículo ante desconocidos que están, a su vez, esperando su turno para coger el micrófono y subir a cantar su canción favorita sobre una pista de sonido pobre. Cuando viví en Teruel, tardé dos meses en saber que justo al lado del bar en el que tomaba cervezas había un karaoke: hasta el día en que entré, siempre había pensado que era un burdel. Mi gusto por hacer el ridículo es casi patológico: no solo no me importa, sino que lo disfruto si consigo que la gente se ría.

Una de mis mejores amigas, que ahora vive en China, fue camarera durante un tiempo de un karaoke madrileño (por eso se sabe todas las canciones en español) y me hablaba de la fauna que va entre semana: hay profesionales del karaoke, gente que va allí a entrenar para presentarse a concursos de la tele, grupos de amigos, cenas de empresa, etc. Me gusta pensar que el karaoke en el que trabajó mi amiga es el que está en la plaza de los Mostenses de Madrid, a la entrada de un aparcamiento, en el que pasé la noche del viernes con un grupo de amigos haciendo el ridículo, subiendo varias veces al escenario y reprendiendo a los porteros por usar un laísmo.

Una versión de ‘Piensa en mí’ en voz de chico, un dueto con baile cantando a Pimpinela, Mecano y ‘Hago chas y aparezco a tu lado’, de Álex y Christina, fueron nuestras apariciones en el escenario.

Christina Rosenvinge es una de mis cantantes favoritas: sus dos últimos discos me parecen maravillosos, de niña cantaba ‘Hago chas’ por los pasillos de mi casa y, cuando era adolescente, ‘Dile a papá’; ahora he recuperado ‘Alguien que cuide de mí’ o ‘Mil pedazos’. La trayectoria de Rosenvinge muestra un deseo de no conformarse, de seguir buscando y de no acomodarse. Ahora está explorando la relación entre música y poesía en el espectáculo ‘Antagonista’, en el que comparte escenario con el poeta Alejandro Simón, que presentan el viernes 1 de febrero en el recién abierto Teatro de las Esquinas de Zaragoza.

En realidad, no creo que mi amiga trabajara en el karaoke de Mostentes, pero allí sí que se rodó el final de la película ‘Vete de mí’, de Víctor García León. En la segunda película de Sofia Copola, ‘Lost in Translation’, Scarlett Johansson y Bill Murray iban a una sala privada de un karaoke de Tokio. Él cantaba ‘More Than This’ y ella, con peluca rosa, ‘Brass In Pocket’. En ‘500 Days of Summer’ Joseph Gordon-Levitt cantaba en un karaoke ‘Here Comes Your Man’, de los Pixies.

Ir a un karaoke y salir al escenario suele ser un acto de valentía y de generosidad que tiene algo absurdo y liberador, al mismo tiempo. A lo mejor por eso nos gusta.

*Bañera publicada el domingo 27 de enero de 2013 en Heraldo Domingo.

*Foto de Marian Zumalabe.

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