El ministro iluminado

Están pasando muchas cosas que merecen nuestra atención, pero se suceden tan rápido que se solapan y nos obligan a cambiar el foco sin apenas darnos tiempo a haber formado una opinión, reflexionado y sopesado los hechos. No nos da tiempo de ver todas las deformaciones del callejón del Gato de Valle-Inclán en que nos hemos convertido. En unas pocas semanas se ha destapado lo que podría ser el mayor caso de corrupción de la democracia, el asunto Bárcenas parece escrito por David Mamet, que llena de giros de guión sus películas: de la simulación del despido diferido a las tres demandas de Bárcenas al PP. Corinna, la princesa alemana amiga del rey, ha dado entrevistas. Uradangarín ya ha declarado. Han operado al rey y se ha producido una explosión en el hospital donde estaba ingresado. Ha muerto Hugo Chávez, Italia ha celebrado unas elecciones y no sabemos qué va a pasar. Bruselas dice que en España aún se puede subir más el IVA y el Portugal entonaron ‘Grândola, Vila Morena’ en el Parlamento. Además, el Real Madrid ha ganado al Barça y al Manchester. Con tantos frentes abiertos, ya no sé cuál es al cortina de humo ni qué tapa a qué. Hay un asunto que no quiero que quede enterrado por las noticias: las reflexiones del ministro del Interior Jorge Fernández Díaz a propósito del matrimonio homosexual.
Cuando el Tribunal Constitucional desestimó el recurso del PP contra el matrimonio homosexual, Fernández Díaz ya dijo que volvería a firmar contra él. Fernández Díaz se reencontró con Dios tras diez años, según cuenta él mismo. Ahora, tras la iluminación, hasta tiene una capilla en el Ministerio. Y ahora dice que “La pervivencia de la especie, por ejemplo, no estaría garantizada” con el matrimonio homosexual y por eso “no debe tener la misma protección por parte de los poderes públicos que el matrimonio natural”.
Las declaraciones de Fernández Díaz le han costado una reprimenda del PP y de Iñaki Oyarzábal, secretario de derechos y libertades del PP. Son intolerables e impropias de alguien de su cargo. Son absurdas y se prestan demasiado al chiste fácil.
Alguien que cree que en los milagros y los secretos de la Virgen de Fátima, que sostiene que el poder mágico de esa virgen fue fundamental para que el comunismo fracasara, esgrime la pervivencia de la especie como argumento contra el matrimonio homosexual. Imagino que entonces no le parecerá bien que haya monjas y curas, que tampoco pueden tener hijos. ¿Qué hacemos con los que tienen problemas de esterilidad y con quienes no quieren tener hijos? El razonamiento es perverso y ridículo. Lo grave de sus declaraciones es que quiere imponer su moral por encima de la ley y pretende hacerlo con argumentos en los que la razón se ha convertido en puro esperpento.

*Columna publicada el domingo 10 de marzo de 2013 en Heraldo Domingo.

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