Isabel y Carmen

Mi abuela Isabel sujeta mi libro y, al fondo, mi hermano Jorge.

Mi madre se llama Carmen. La madre de mi madre se llama Isabel y su madre se llamaba Carmen. Las dos abuelas de mi madre se llamaban Carmen. Las distinguían porque a la madre de mi abuelo la llamaban la abuela Ortina. La madre de mi padre también se llama Carmen. De pequeña, me parecía que era un error que la madre de mi madre, mi abuela, no se llamara Carmen, era el nombre de todas las madres de mi familia. Mi abuela se llama como su segunda hija, Isabel, nombre que tiene una de mis primas, hija de Mariángeles, otra hermana de mi madre. Y la hija del hermano de mi madre se llama Elsa, que es una variante de Isabel.

Mi tía Isa no tiene hijos, aunque habría sido una madre estupenda y ha sido una de las mejores tías que uno puede desear: me salvó la vida cuando tuve un accidente con un kart un mes antes de cumplir ocho años. También nos ha llevado a todos sus sobrinos a la playa, de excursión, a acampar, nos ha enseñado a cocinar y es una gran anfitriona.

Mi abuela Isabel nació en Ejulve y se fue a vivir a Zaragoza cuando se casó. Se enamoró de mi abuelo, Leoncio, haciendo una obra de teatro cuando eran unos adolescentes. De mi abuela Carmen sé poco: es gallega, habla bajo y hacía filloas cuando íbamos a verlos a Arteixo. Mi abuela Isabel trabajó en un estanco en Zaragoza con una chica que se parecía mucho a Sofia Loren. Me parece que tiene algo italiano, me recuerda a Anna Magnani y hace la mejor tortilla de patata del mundo. Por su culpa, me gusta mucho que me hagan cosquillas. Comparte sus secretos de cocina con mi novio, que, gracias a ella, hace una salsa de tomate espectacular.

Mi abuela Isabel tiene cuatro hijos y diez nietos a los que ha cuidado como una madre. Siempre se acuerda con ternura de su madre. Mi abuela Carmen tiene tres hijos. El segundo, mi padre, nació en el establo o en el corral, según cuente la historia. En la primera versión, mi padre nació en el pesebre, cerca de la medianoche, porque a mi abuela la sorprendió allí. En la segunda versión, mi abuela Carmen fue al corral para no manchar la casa. Las versiones coinciden en el lugar y en la fecha.

Mis dos abuelas, Carmen e Isabel, han visto morir a sus maridos. Mi abuela Isabel ha estado siempre enamorada de mi abuelo, todavía lo está: se nota cuando habla de él o reconoce en alguno de sus hijos un gesto o una expresión de su marido. Por ejemplo, cuando estamos todos y alguien dice “qué producción” imitando a mi abuelo Leoncio. Siempre me ha impresionado el amor de los padres de mi madre. Mi abuela Carmen echa de menos a su marido, que estuvo trabajando en Suiza y en Alemania. Mi abuela Isabel es famosa entre mis amigos por un asado de cochinillo al horno.

Mi abuela Carmen en un ataque de hipsterismo en Navidad.

*Bañera publicada el domingo 5 de mayo de 2013 en Heraldo domingo.

 

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