Un puro entre libros

Hice la mudanza a Madrid el 17 de mayo de 2011 y el 31 se inauguró la Feria del libro en el Paseo de Coches del Retiro en la que iba a trabajar. Aquel era el año en el que regentaba una caseta de diez editoriales, casi todas distribuidas por UDL, la distribuidora que capitaneaba Javier Cambronero, que falleció el pasado viernes, en el ecuador de la Feria del libro a la que está ligado para siempre. Cambronero fue algo así como el pulmón que permitió que editoriales pequeñas, que no pertenecen a grandes grupos ni tenían un catálogo que les respaldara emergieran y se ganaran un hueco en las librerías. Antes de UDL, Cambronero había sido librero y había trabajado en diferentes editoriales y distribuidoras.

Al principio, Cambronero me asustaba: el único día que abrimos más tarde porque nos pilló una tormenta en medio del Paseo, pasó por delante de la caseta y advirtió que eso podía suponer la expulsión de la Feria o una multa. Mi compañera en la caseta y yo lo veíamos pasar de un lado a otro con su sombrero Panamá y un puro entre los dientes. Entonces, solo nos saludábamos con un gesto de cabeza y yo cantaba su nombre con la melodía de una canción de ‘Los Simpson’.

Hice con él dos viajes en coche –ya no llevaba el sombrero, pero sí el puro–: de la estación de cercanías de Aravaca hasta la nave de UDL, donde quiso mostrarme el almacén y los palés llenos de libros, y de allí, a Madrid. Me acuerdo de que en el viaje de vuelta me habló de su padre, que requería sus cuidados, y de sus hijas. Yo le provoqué con el fútbol: era del Madrid, pero no de Mourinho. Un rato después, cuando ya nos habíamos confiado el uno con el otro, se atrevió a hacerme una pregunta: ¿por qué mi padre hablaba tanto de un equipo regional como el Garrapinillos? Le confesé que era el entrenador y que mis dos hermanos pequeños jugaban en él. Aunque no le dije que, entre otras cosas, hacían de traductores de mi padre: sus compañeros no entendían cuando les decía que no debían ser pendencieros o cuando les pedía que no fueran tan barrocos. Quería decir que no regatearan tanto.

Cambronero conocía Garrapinillos porque había hecho el servicio militar en Zaragoza: fue pontonero. De todos los puentes que hicimos, me dijo, ya no queda ninguno. Sí conservaba amigos en Zaragoza. Y recordaba bares y anécdotas.

Javier Cambronero ha sido como un padre para muchos editores independientes, fue fundamental para que la creación de Contexto y ha llevado a algunas editoriales aragonesas, como Xordica y Tropo, a todas las librerías. En mi cabeza, está unido a estos días de comienzo de calor, lo recuerdo con el puro y el sombrero, alejándose de las casetas junto a su hija al terminar el día.

*Bañera publicada el domingo 16 de junio en Heraldo domingo.

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