Monstruo Tomeo

En 2007 el aula de teatro de la Universidad de Zaragoza estrenó ‘Los bosques de Nyx’, una obra de teatro de Javier Tomeo (Quicena, Huesca, 1932 – Barcelona, 2013). La obra reunía a las mujeres víctimas de la Guerra de Troya. Era algo así como el infierno de Helena de Troya, Clitemnestra, Penélope, etc. Yo hacía de Casandra, la adivina. Tenía el don de la profecía, pero en Troya la tomaban por loca: predijo el rapto de Helena, la guerra y las muertes y nadie quiso hacerle caso. Así, más o menos, empezaba mi monólogo. Es la única obra de teatro que Javier Tomoe escribió. Aunque era la tercera vez que me subía al escenario con texto suyo: unos años antes había participado en un montaje de ‘Historias mínimas’ y fui la luciérnaga de su ‘Bestiario’.

No descubro nada diciendo que los textos de Tomeo son perfectos para llevar al teatro y que en su literatura la extrañeza era de una lucidez asombrosa. Y que sus cuentos y novelas te obligan a mirar la realidad de otra manera, como esos espejos que tratan de subsanar los puntos ciegos en los aparcamientos.

Cuando Javier Tomeo supo que íbamos a llevar ‘Los bosques de Nyx’ al Teatro Principal se puso muy contento: no pudo venir al estreno, pero sí vio la función en el Cerbuna, el 18 de mayo de 2007. Era humilde y nada egoísta con lo que escribía. Esa tarde, se reencontró con su pieza puesta en escena sobre un andamio. Le gustó. Pero sospecho que lo pasó mejor en la cena que siguió a la función. Estaba el equipo al completo, capitaneado por Marián Pueo, la directora del montaje. Tomeo pidió algo de carne, pero se arrepintió cuando vio mi plato: unos espárragos blancos y unas lonchas de jamón de serrano. Pidió que le cambiara el plato: quería lo mismo que yo. El camarero accedió apenado y sorprendido. No recuerdo de qué hablamos en la cena, aunque me queda una imagen grabada en la memoria: Tomeo feliz. Feliz de estar allí, feliz por el montaje, feliz porque prácticamente solo había chicas, una de sus pasiones. Conservo una foto en la que Tomeo cruza los brazos y sonríe: lleva una camisa azul y está rodeado por las actrices, la directora y parte del equipo. Todas alargan los brazos para tocar a Tomeo, que permanece impasible. En lugar de decir patata, decíamos Nyx. Esa foto me gusta mucho.

Cuando supe que Tomeo había muerto la semana pasada estuve a punto de mandar un correo a todos los que participaron en el montaje, pero no lo hice y ahora me arrepiento. Gracias a Tomeo fuimos amigos algo más de un año. Y yo aún me acuerdo de cómo empezaba mi parlamento: “No acoséis más a esa pobre mujer, pues no fue la única culpable de nuestras desgracias. Yo lo sabía, yo lo anuncié, pero nadie quiso escucharme…”

*Bañera publicada el domingo 30 de junio en Heraldo domingo.

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