Quince muertos

Los hechos. Quince muertos. En Suiza se vota en referéndum a favor de limitar la inmigración europea. Bélgica se toma al pie de la letra la libre circulación de personas en Europa e impone restricciones para conceder permisos de residencia a partir de los tres meses. Al menos quince muertos, muchos sin nombre. Quince cuerpos que la marea ha arrastrado y que ni Marruecos ni España querían recibir en sus costas. Quince personas que podrían haber sido rescatadas. En lugar de iniciar maniobras de socorro, alguien ordenó disparar bolas de goma y los guardias civiles costeros acataron esas órdenes. Después, se pidieron explicaciones: ha habido excusas, mentiras, camuflajes de la verdad, retraso y manipulación en la entrega de las pruebas y declaraciones contradictorias. Jorge Fernández Díaz, el ministro que asegura que santa Teresa de Ávila vela por la recuperación de España y que comparó el aborto con ETA, se delató sin querer el lunes: “La dramática pérdida de quince personas en Ceuta, perdón, formalmente fue en Marruecos”, dijo.

Lo que sucedió en la playa del Tarajal es una tragedia y una vergüenza. ¿Hay personas que merecen vivir más que otras? Merecen nuestra empatía los muertos de Lampedusa, los muertos de las catástrofes naturales y los del Costa Concordia. A los quince inmigrantes que intentaban llegar a nado a España les dispararon, no les socorrieron, no les rescataron. Dejaron que sus cadáveres cruzaran una y otra vez la hipotética línea que separa dos países, como esperando que los muertos no fueran propios, como si eso importara. Desde el ministro hasta el último de los guardias civiles que disparó en lugar de socorrer se extiende la cadena de responsabilidad.

Por supuesto que hay un problema y España e Italia se ven presionadas por los países del norte para frenar la inmigración ilegal que llega desde el sur de Europa, mientras la ultraderecha y los movimientos antiinmigración ganan presencia e intención de votos en el norte. La posición de España no es fácil y la solución implica a toda Europa. Auxiliar a los trataban de alcanzar la costa no implicaba acogerlos: el orden debería ser socorro, atención sanitaria e inicio de trámites legales para la repatriación o la acogida, según el caso. Eso cuesta dinero y hacen falta infraestructura y personal.

España ha ofrecido una imagen penosa al mundo: los quince cadáveres nos retratan como un país que diferencia entre personas de primera y segunda clase; un país inhumano que se apresura en la toma de decisiones para escurrir el bulto sin preocuparse de las consecuencias, un país inmaduro cuyos mandatarios no asumen los errores y en el que ni las vidas tienen costes políticos.

*Bañera del domingo 23 de febrero de 2014, publicada en Heraldo domingo.

**La imagen la he tomado de 20minutos.

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