El profesor brillante

El profesor Brillante simpre lleva un traje gris. Tiene manchas del sol en las manos. Es completamente calvo y le brilla la cabeza. Lleva bigote.

Explica las Comedias bárbaras de Valle-Inclán, siempre repite los mismos conceptos: revolución simbolista, dimensión física del lenguaje (remite a Saussure), la sensación precede a la idea, interés por el satanismo y las fuerzas ocultas, muerte de dios: nueva espiritualidad y otros clichés.

A veces intenta hacer bromas, es muy difícil no sentirse ofendido como alumno. Dice que los españoles son unos burros. Es curioso que un tipo que ha dedicado toda su vida al estudio de la literatura española desprecie tanto a los españoles.

Para el profesor Brillante en Galicia no hay ningún tipo de universo mítico, para él es sólo un mundo primitivo. Cada vez que hace ese tipo de comentarios la señora gallega se revuelve en su silla.

A veces se pone a hablar de la rama carlista de la corona española. Nunca se acuerda del nombre del que los carlistas proponen como heredero legítimo. Se acuerda de que el anterior era mudo. Dice que todos eran un poco tontos.

La señora gallega apostilla: –Como buenos borbones.

El profesor brillante no se ha dado cuenta que la señora le ha tendido una trampa. La señora sonríe irónicamente y dice: –Que vienen de Francia. Por eso son tontos. Los franceses lo inventaron todo, hasta la idiotez.

El profesor intenta explicar qué es un suevo: rubio, ojos azules, viene de Alemania o de Europa central y  conquistó Galicia. Deduzco que es algún pueblo bárbaro. El profesor se quiere vengar de la señora gallega y dice que es mentira, que en Galicia no hay rubios con los ojos azules.

Yo, que he disfrutado mucho con la humillación del profesor, me levanto. Digo que soy hija de gallego y le pido que me mire a los ojos.

El profesor Brillante concluye la clase con un juego de palabras entre los suevos y los (h)uevos.