Category: Críticas

Las crónicas de la señorita Hempel

‘Las crónicas de la señorita Hempel’ (Libros del Asteroide, 2011) es la segunda novela de Sarah Shun-lien Bynum (Houston, 1972). La señorita Hempel es una profesora de lengua y literatura que se esfuerza por hacer que sus alumnos lean y disfruten haciéndolo; les da a leer ‘Vida de este chico’, de Tobias Wolff, con la esperanza de que les cautive y con algo de miedo por la reacción de los padres. Siente predilección por algunos de sus alumnos y hace excursiones con ellos. Está a punto de casarse con un antiguo compañero de instituto, su padre acaba de morir y tiene una hermana de la edad de sus alumnas. La novela, compuesta de capítulos largos que podrían funcionar como cuentos, recorre distintos episodios de la vida de esta profesora entusiasta y los cambios de rumbo que toma.

El libro resulta algo irregular: aunque los primeros capítulos son estupendos, pierde fuerza hacia la mitad, cuando el narrador cuenta episodios de la infancia de Beatrice Hempel, o descubre la tirantez de la relación con su madre. Sin embargo, el libro tiene humor, y trata de contar la vida, con sus contradicciones y sus imperfecciones. Lo mejor de la novela es la relación –una mezcla de extrañamiento y complicidad- de Hempel con sus alumnos: le preguntan por el sexo y ella trata de protegerlos contándoles secuestros. Como la alumna con la que se reencuentra la señorita Hempel en el último capítulo, hubiera preferido que se dedicara a la investigación o que siguiera dando clases; a lo mejor, la señorita Hempel es una de esas profesoras que a veces aparecen y te cambian la vida sin que te des cuenta.

‘Las crónicas de la señorita Hempel’, Sarah Shun-lien Bynum

Traducción de Gabriela Bustelo.

Libros del Asteroide, 2011. 264 págs.

*Reseña publicada el jueves 12 de enero de 2012 en “Artes & Letras” de Heraldo de Aragón.

Sobre ‘Virginales’ de Maurice Pons

Maurice Pons (Estrasburgo, 1925) cuenta en el prólogo de ‘Virginales’ (Tropo, 2011) que siempre quiso ser escritor. Empezó publicando en revistas mensuales estos relatos que luego reuniría en un volumen René Julliard. Habla del “paréntesis feliz” que abrió en su vida ‘Virginales’.

‘Virginales’ reúne relatos de despertar al placer, al sexo, al mundo de los sentidos, al amor y, por fin, a la madurez. En todos se mezcla la inocencia y la perversión de la infancia y todos están protagonizados por preadolescentes. François Truffaut eligió “Los mocosos”, uno de los mejores cuentos del libro, para adaptarlo al cine tomando detalles prestados de otro de los relatos más redondos, “En bicicleta”. En “Los mocosos” una pandilla de chicos espía, controla y sigue a la hermana mayor de uno de ellos: “como no teníamos la edad de amar a Yvette, decidimos odiarla y atormentar sus amores”. Sin embargo sus planes de humillación pública del rival no saldrán como planeaban y la vida les ofrecerá “la más cruel de las  respuestas”. Otros cuentos como “En Tripolitana” y “La Primera Comunión” exploran la mezcla de crueldad e inocencia, en el primero, y de dulzura y perversidad, en el segundo, que se da en las relaciones entre chicos y chicas que descubren sus cuerpos y el deseo sexual.

Estos cuentos de ambiente apacible y tierno comparten un mismo tono de nostalgia de lo que está por venir, una melancolía anticipada, y a la vez contienen algo perturbador y bonito. En los cuentos asistimos al despertar de los protagonistas al deseo –y en ocasiones a los traumas- al mismo tiempo que Maurice Pons entra en el mundo de la literatura.

*Reseña publicada en ‘Artes & Letras’, de Heraldo de Aragón, el jueves 10 de noviembre de 2011.

La fragilidad de Muriel Spark

Contraseña rescata otro libro inédito en español, ‘El asiento del conductor’, de Muriel Spark (Contraseña, 2011), traducido por Pepa Linares, con ilustración de cubierta de Alberto Gamón y con un prólogo de Eduardo Lago.  Muriel Spark (Edimburgo, 1918 – Toscana, 2006) tomó el apellido de su marido, un profesor que estuvo destinado en Zimbabue, al que abandonó para volver a Inglaterra; trabajó en el secretariado de Relaciones Exteriores redactando falsos boletines radiofónicos para el contraespionaje, se convirtió al catolicismo, fue amiga de Graham Greene y vivió con la pintora y escultora Penelope Jardine en Italia hasta su muerte.

‘El asiento del conductor’ es un libro raro: la protagonista, Lise, es una maniática, egoísta, obsesiva, sufre ataques de ansiedad y tiene mal gusto vistiendo. Lise llama la atención por donde pasa, por su atuendo y por su comportamiento: “Quizá, más que los colores en sí, lo que choca es la combinación del rojo del abrigo con el malva del vestido. El caso es que, cuando coge el pasaporte enfundado en plástico de manos del conserje, él la contempla como si soportara sobre sus débiles hombros la totalidad de las excentricidades del alma humana”. Se va de vacaciones a Italia, y antes de que su avión despegue ya sabemos que no volverá, que la encontrarán muerta y que se abrirá una investigación policial. La novela recoge las últimas horas de vida de Lise: a pesar de saber lo que ocurre, cómo ocurre –y de descubrir al final quién es la mano ejecutora- la muerte de Lise queda envuelta en el misterio y resulta incomprensible.

Recuerda, por momentos y con más sentido del humor por lo grotesco, al desasosiego que producen las novelas de Paricia Highsmith, sobre todo, la saga de Ripley, o a las series de televisión en las que se resuelven crímenes, solo que en la novela de Spark el que importa es el muerto, no el asesino. La que da miedo es Lise: es capaz de abandonar a la anciana señora Friedke en medio de una protesta estudiantil, y de colarse en el hotel donde se hospeda un jeque, pero también escapa de dos intentos de violación y acompaña a la señora Friedke a comprar regalos y toman un helado: “Lise, con su helado de vistosas vetas delante y la cucharilla en la mano, no para de reír. La señora Friedke, que parece asustada, se asusta más al comprobar que se han apagado las voces del bar y que la gente mira a la dueña de la risa”. Lise despierta admiración y rechazo, un poco de ternura ante su desamparo, pero no la suficiente como para permanecer a su lado en el avión durante un vuelo; da miedo, perturba porque parece capaz de cualquier cosa con tal de llevar a cabo su plan, que se va desvelando poco a poco. ‘El asiento del conductor’ es una novela atípica, ágil, que se lee bien y que deja una extraña sensación de fragilidad.

*Esta reseña se publicó el pasado jueves 19 de mayo de 2011 en el suplemento ‘Artes & Letras’ de Heraldo de Aragón.

Sobre ‘En la juventud está el placer’ de Denton Welch.

Orvil Pym tiene quince años y está en un internado al que va a buscarlo su padre en un “cochazo negro” para que pase los meses de verano junto a él y sus dos hermanos en un hotel cerca del Támesis. ‘En la juventud está el placer’ (1945) es una novela de Denton Welch (1915-1948), un escritor inglés que iba para pintor hasta que un accidente de bicicleta le dejó parcialmente paralizado, además de graves secuelas a causa de las que murió. Welch se dedicó a escribir, casi reconstruir –dice Julio José Ordovás en el prólogo-, su vida en sus novelas: la muerte prematura de la madre, la fuga del internado, el viaje a Oriente y las temporadas  pasadas en el hospital a causa del atropello. Orvil, trasunto de Welch, es un chico de una sensibilidad extrema y rara: le gusta pasear cerca del río y observar a los chicos que reman en barcas; le gustan las antigüedades y los pequeños objetos; le dan un poco de miedo sus dos hermanos. Y también le gustan los pintalabios de mujer y los perfumes y recordar los que encontraba en el armario de su madre. Durante el verano, Orvil establece una relación de complicidad con Aphra, que le descubre la sensualidad y la belleza; conoce a un maestro cuyo nombre nunca llega a saber pero al que habla de su madre y de su muerte y al que confiesa: “No soy tímido. Estoy asustado”. Y aprende a estar con su hermano mayor: “Por una vez no le tenía ni odio ni miedo a su hermano”.  El relato del último verano de la infancia de Orvil,‘En la juventud está el placer’, es una novela deliciosa sobre la pérdida de la inocencia y el descubrimiento del placer y del miedo.

Esta reseña se publicó en ‘Artes & Letras’ el jueves 5 de mayo de 2011.

‘Las furias’ de Janet Hobhouse

Janet Hobhouse (New York, 1948–1991) dejó a su muerte una novela autobiográfica prácticamente acabada, ‘Las Furias’. Helen –trasunto de Janet- vive en Nueva York, donde su madre es incapaz de mantener trabajos precarios para evitar los desahucios; por eso, a los 16 años, viaja a Londres para entrar a formar parte de la nueva familia de su padre pero la relación con él será fuente de sufrimiento, dolor e incomprensión. Va de Nueva York a Londres, siempre extranjera, pasando por Oxford –donde estudia en literatura y descubre el amor-; de Hugh –el primer amor- a Ned –su marido- pasando por algunos de sus amantes, como Jack (Philip Roth); del amor de una abuela artista y sabia al amor de una madre inútil en los aspectos más prácticos de la vida. Y entorno a la relación con ella gira todo el libro, explorando de una manera sincera e inocente los temores y la tensión entre ellas.

El libro es terriblemente bonito y está lleno de contrastes. Recorre la vida de la protagonista, el descubrimiento del amor y el sufrimiento o la locura, alejado de cualquier atisbo de autocompasión, y relata también el despertar de una vocación: la de escritora. Philip Roth dice que ‘Las furias’ “es un libro duro, cruel y bellísimo”; escrito meses antes de su muerte, transmite la alegría de vivir y la voluntad de sobreponerse a las adversidades. La protagonista dice: “Lo que más me entristecía de morir era que ya no podría conocer y amar a nadie más ni ser amada. Eso era lo que significaba ‘todo ha terminado’”.

‘Las furias’

Janet Hobhouse

Traducción de Jordi Fibla

Lumen, palabra en el tiempo, 394 páginas.

*Reseña publicada en ‘Artes & Letras’, suplemento de Heraldo de Aragón, el jueves 24 de marzo de 2011.

Las hermanas Bunner

Anne Eliza y Evelina Bunner son las protagonistas de ‘Las hermanas Bunner’, de Edith Wharton, escrita en 1892 y publicada en 1916. Las hermanas tienen una mercería en un barrio de Nueva York y hacen arreglos en la ropa y en los sombreros. Viven con austeridad y discreción en la trastienda de la mercería. Pero su rutinaria y organizada vida dará un vuelco el día en que Anne Eliza, la mayor, le regala un reloj de mesa a Evelina para su cumpleaños. El señor Ramy, al que le ha comprado el reloj, entrará en sus vidas para desbaratarlas y separar a las hermanas, que no volverán a ser las mismas. De la mano del señor Ramy salen de su barrio: recorren Nueva York, pasean por Central Park y suben en ómnibus y en el transbordador y en carruajes.

‘Las hermanas Bunner’, que rescata ahora la editorial Contraseña, es una novela sobre el amor fraternal, la renuncia y la protección, sobre los corsés sociales y el qué dirán. Y es una novela sobre el desengaño y las falsas apariencias, cuyas víctimas son, directa e indirectamente, las propias hermanas. Aunque es Evelina la protagonista de las mayores desgracias –que conocemos de manera indirecta y evitando los detalles más escabrosos-, la narración se centra en Anne Eliza, de la que nunca se despega, explorando la soledad, el desamparo, la incertidumbre y la espera. Esta novela corta e íntima es comos los adornos que las hermanas cosen: parecen sencillos, pero hay una precisión y una delicadeza en las puntadas inapreciable y fundamental, y convierten lo adornado en algo único y nuevo.

*Reseña publicada el jueves 3 de marzo de 2011 en “Artes & Letras” de Heraldo de Aragón.

Los gondoleros silenciosos, de William Goldman

William Goldman (1931) recuperó en “Los gondoleros silenciosos” –publicado en 1983 y que ahora traduce Ático de los libros- el pseudónimo que utilizó en la novela –que luego trasladaría  a un guión cinematógrafico- “La princesa prometida”, S. Morgenstern. Y la coincidencia en la firma no es casual, porque “Los gondoleros silenciosos” tiene ese aire de fábula, de cuento en el que la narración y la pasión por contar se convierte casi en un protagonista más de la novela.

La excusa, el pretexto de la narración es intentar desentrañar el misterio de por qué los gondoleros de Venecia, antaño famosos por lo buenos cantantes que eran, ya no cantan en los paseos por los canales. Hay digresiones en las que recuerda que cuando él era niño los oía, recupera anécdotas protagonizadas por gondoleros y cantantes de ópera con un ego demasiado grande antes de entrar en la historia principal, la de Luigi, que en toda su vida solo ha deseado una cosa: ser el mejor gondolero de Venecia y casarse con la guapa Laura. Sin embargo, a pesar de su destreza con la góndola y de humillar en la primera clase al duro profesor, algo se lo impide: canta fatal. Canta tan mal que los turistas se marean en su góndola y la gente le arroja basura desde los balcones cada vez que Luigi pasa por el canal.

“Los gondoleros silenciosos” es un libro delicioso, con humor y ternura, con historias de amor y de amistad y de aprendizaje, un libro sobre la importancia de esforzarse y de perseguir los sueños y los deseos, aunque no se cumplan, porque lo que se encuentra en el camino a veces es mejor de lo que se había soñado.

*Esta reseña apareció en “Artes & Letras” de Heraldo de Aragón el jueves 30 de diciembre de 2010.

No voy a salir de aquí, de Micah P. Hinson

Micah P. Hinson (1981) es un conocido y respetado cantautor norteamericano. Hinson, a pesar de su juventud, posee un agitado y turbio pasado, relacionado con drogas, cárcel y dormir en la calle. Y mantenía en secreto su faceta de escritor, aunque él reconozca sentirse más escritor que cantante. Alpha Decay ha conseguido la exclusiva mundial de los derechos de edición de la primera novela de Micah P. Hinson, “No voy a salir de aquí”. Hinson la define como una “nouveltte”, por la brevedad y la intensidad de la historia en la que hay lenguaje descarnado, cigarros y botellas de vino, pero también se desprende una extraña sensación de sueño alucinado.

Paul ha vivido en la calle y ahora está en un motel y tiene su cuarto trabajo en menos de dos meses: es camarero. Cuando no está en el bar, Paul bebe y escribe. Aparece Apple, “aquella monada de chica, toda canija”: lleva una máquina de escribir colgada del hombro y una Biblia; sostiene que San Agustín fue el primer Buda y “que catolicismo y budismo son lo mismo”; también cree que Mateo, el apóstol, “Deseaba a María. Se la quería follar”. Y luego empieza a enseñarle fotos de su familia, de sus viajes y de su marido fallecido.

Apple y Paul se enamoran porque son su única salida, y el viaje que emprenden es una huída que puede llevarlos al precipicio o a la salvación. Paul y Apple son unos desamparados y están perdidos, y a ellos y a todos los perdidos dedica Hinson esta novela algo confusa pero que atrapa y te deja una sensación de extrañeza y ternura.

*Esta reseña apareció en el suplemento “Artes & Letras” de Heraldo de Aragón el pasado jueves 16 de diciembre.

Espejo y espejismos del amor

Contraseña es la nueva editorial con base en Zaragoza que ha publicado a Anatole France, Henry James y que ahora rescata y traduce por primera vez en España ‘Un matrimonio de provincias’, de la Marquesa de Colombi, una novela que leyó una y otra vez la escritora italiana Natalia Ginzburg de los siete a los catorce años, primero con extrañeza y luego con auténtica fascinación; y que Italo Calvino publicaría en 1973 precedida de una introducción de la propia Ginzburg.

Maria Antonietta Torriani se esconde tras el seudónimo de Marquesa de Colombi, nació en Novara, donde sucede la novela, tuvo una vida bastante novelesca y fue la primera mujer en escribir en el ‘Corriere della Sera’. Contraseña recupera el texto de Ginzburg al final y el prólogo es de Cristina Grande. La cuidada traducción es de Mercedes Corral y María Corral.

Denza, diminutivo de Gaudenzia, es la protagonista y narradora. Vive en Novara en una casa muy pequeña con su padre, su hermana y una tía, a la que luego se mudará la mujer de su padre, una mujer de veintiocho años que a Denza y a su hermana les parece viejísima. El padre de Denza las lleva a caminar mientras se ocupa de su formación literaria, que consiste –según el padre- en resumir los argumentos de la ‘Iliada’, la ‘Odisea’, etc. Cuando la madrastra se instala en la minúscula casa, las cosas no mejoran para Denza: trae todos sus muebles –que dispone en el salón frente a los muebles idénticos, salvo por el color, de la casa-, es tacaña, no le manda hacer vestidos a pesar de que le quedan pequeños, y, además, visitan menos a sus primas, las Bonelli, única alegría y contacto con el mundo que tenía Denza. Cuando llega a la adolescencia, Denza se convierte en una belleza rotunda de las que hacen girar la cabeza a los hombres y recibe comentarios halagadores, pero ella quiere el amor.

En ‘La novia vestía de negro’ de Truffaut, uno de los personajes dice que todas las novelas escritas por mujeres contienen una escena en la que la protagonista se contempla desnuda frente al espejo; y en este caso, al menos en parte, se cumple porque cuando Denza descubre que es guapa, se mira en el espejo intentado descubrir qué es lo que la convierte en una “auténtica belleza”.

Y sueña tanto con el amor que termina por creerse enamorada. Pero Denza descubrirá que los matrimonios de Novara poco tienen que ver con el amor.

‘Un matrimonio de provincias’ se publicó en 1885, el mismo año que ‘La Regenta’ y casi treinta años después de ‘Madame Bovary’, y comparte con ellas a una protagonista femenina enamorada del amor. Pero Denza es joven y tiene esperanza, mientras que Emma Bovary y Ana Ozores se sienten desgraciadas; podríamos imaginar que ‘Un matrimonio de provincias’ es la ‘precuela’ –descargada de fatalismo- de ‘Madame Bovary’ y ‘La Regenta’.

‘Un matrimonio de provincias’ no es una novela trágica, aunque puede que sí triste. Es una novela sorprendentemente fresca, ágil, un libro “chistoso, divertido y precioso”, según la familia Ginzburg, un libro delicado, como una pequeña joya.

Esta reseña apareció el jueves 21 de octubre en el suplemento ‘Artes & Letras’ de Heraldo de Aragón. La portada es de Elisa Arguilé.

Paseador de perros, de Sergio Galarza.


 

 

Un limeño que llega a Madrid para “borrar el Lado A de un disco sin éxitos” porque “Madrid es como una maternidad para los viajeros” es el protagonista de ‘Paseador de perros’ (Candaya, 2009), la primera novela de Sergio Galarza (Lima, 1976). El futuro prometedor se va truncando: la relación con su novia se deteriora y el único trabajo que consigue es el de paseador de perros, que le permite husmear en la intimidad de las vidas ajenas pero que le obliga a recoger los desperdicios de las mascotas de los otros. El protagonista y narrador recorre la ciudad en metro hasta la casa de las mascotas: en Coslada, tres perros cuyo dueño agoniza en una cama, una boxer en el barrio de Salamanca y en Pozuelo, Oto, el mapache con el que establece una extraña relación y que adquiere un carácter simbólico. El hastío de una relación sentenciada, el resentimiento y el rencor del protagonista hacia su ex novia y hacia una ciudad que no le da lo que él esperaba aparecen en la novela, pero también la música, la literatura, la ciudad, los bares, las chicas y un jefe canalla y fantasma que se convierte en cómplice y casi mejor amigo. Todos los personajes ocultan algo que el paseador de perros descubre en su viaje a la decepción, en un final que recuerda al de ‘Los cuatrocientos golpes’ de Truffaut.

Galarza, autor de varios libros de cuentos y es coautor de ‘Los Rolling Stones en Perú’ (Periférica, 2007), ha escrito una novela que huye de los clichés de la novela social y cuyo protagonista es un joven que se busca a sí mismo en los metros, las canciones que más le gustan y los últimos tragos de las cervezas.

‘Paseador de perros’ se presentó el pasado jueves en la Fnac, el mismo día en que esta reseña apareció en ‘Artes & Letras’ de Heraldo de Aragón.