Category: Nada es ficción

Examen oral

Estás muy nerviosa porque tienes examen con tu profesor favorito. Es un tipo joven, corso, especialista en literatura medieval y todos los alumnos creen que es homosexual.

Has hecho trampas para que te examine él. Como eres erasmus tienes más libertad que el resto de tus compañeros. No tienes que echara a suertes la materia sobre la que te examinarás.

Casi no has dormido porque quieres impresionarle. Llegas temprano a la facultad. Subes hasta la quinta planta. Le ves llegar por el pasillo. Pasa a tu lado pero no te ve. Te pones nerviosa y te acuerdas de sus clases: las mejores. Es el único profesor que se prepara las clases de verdad. Cita sus fuentes y da bibliografía. En su asignatura sólo se leen dos novelitas. Él consigue abrir el panorama, dar una idea general de la literatura medieval y, sobre todo, ganas de leer y de trabajar. Es tímido. Le cuesta mirarte a la cara cuando le hablas aunque siempre está dispuesto a aclarar dudas.

Se hace el sorteo. Tú serás la última en pasar a las once y media. Tienes tiempo de tomar café y fumar un par de cigarros.

No quieres decepcionarle. Te ha puesto nueve en el comentario que le entregaste por escrito. Fumas cinco cigarros.

Llegas al aula. Te da el texto y te dice que tienes cuarenta minutos para preparar tu explicación oral del texto. Lees el texto y subrayas lo que vas a citar con un boli que te han prestado. Te has olvidado tus bolis de los exámenes en casa. Preparas el esquema dos veces. Te das cuenta de que estará a veinte centímetros de ti mientras hables.

Entra a buscarte. Os cambiáis de clase. Te pide que te sientes, su silla está en frente. Te pide que leas unas líneas del texto. Empiezas con tu comentario. Debería durar quince minutos y dejar cinco para que las preguntas. Acabas y le dices que no sabes cuánto tiempo has hablado. Él te dice que el justo. Es su turno. Te dice que no hay mucho que preguntar, dice que tu comentario estaba muy bien. Te ríes.

Te pregunta si te quieres dedicar a la investigación. Le dices que te interesa la literatura pero que quieres ser actriz. Pone cara de sorpresa. Te desea suerte y te regala una sonrisa.

Fin de curso

La erasmus española se encuentra con sus amigos franceses en la facultad. Van a comer al restaurante español en el que trabaja una de las chicas. Lo regenta un peruano. Comen gratis. Hay mantones, abanicos, la cabeza de un toro y carteles de corridas de toros colgados en la pared. El tipo es amable pero la comida es mala.

A una de las chicas sólo la conoce de vista. Tiene el pelo rizado y recogido, muy tirante por delante. Cuando se ríe arruga la nariz y enseña los dientes. Habla español con acento argentino.

Empiezan a hablar de Billy Wilder. La francoargentina habla de El apartamento. La erasmus española dice que le gusta mucho Irma la dulce. La francoargentina dice que Jack Lemmon es un gran actor. De Shirley McLaine no dice nada. Dice que ha visto películas muy malas de Wilder que se salvaban por la interpretación de Lemmon. Alguien dice que El apartamento es muy triste aunque te ríes mucho.

La erasmus española dice que a ella le encanta Woody Allen. La francoargentina dice que es un poco narcisista, que sus películas están basadas en el personaje que ha creado de sí mismo. La erasmus intenta explicar en francés que hay una evolución en el cine de Woody Allen, que tiene una tendencia a la coralidad y a desaparecer de plano. La francoargentina dice que eso son ejemplos aislados y que no se puede reducir el cine de Allen a dos películas.

La erasmus piensa en Delitos y faltas, en Todos dicen I love you, en Celebrity, en Acordes y desacuerdos, en Desmontando a Harry, en Melinda y Melinda… Pero no dice nada.

La francoargentina pregunta si les gusta Lubitsch esperando que nadie lo conozca. A todos les encanta The shop around the corner. La erasmus dice que una de sus películas favoritas es To be or not to be.

Suena el teléfono de la erasmus. Sale del restaurante para contestar y ya no vuelve a entrar.

Cervezas y pistachos

El escritor gordo se matriculó en filología hispánica pero nunca la acabó porque se atrevió a decir en clase que la biblioteca de la facultad era una mierda.

Lo que más le gusta es su ciudad. Le gusta pasear en coche y dar las indicaciones al conductor. No tiene carnet pero se sabe todas las direcciones prohibidas, cambios de sentido y atajos.

El escritor gordo tiene una memoria brutal y devora información. Le gusta ir al cine a ver todas las películas y estar con sus amigos. Le divierte llevar la contraria. Es un provocador y casi siempre tiene razón.

Esa tarde ha ido al cine a ver una película muy mala con dos amigos que son hermanos: el chico es escritor y guionista, la chica, aspirante a actriz. A la salidad el cine compran pistachos y van andando hasta una plaza. Los hermanos han quedado con una directora para hablar de su corto. El chico colaboró en la escritura del guión. La directora le ha ofrecido tres papeles diferentes a la chica: empezó por un protagonismo secundario y ahora opta a una figuración especial.

Llegan antes de tiempo. Se sientan en una terraza y piden cerveza. Es el final del verano. La aspirante a actriz se muda a París a finales de mes.

Viene el productor: un estudiante de historia del arte, ex novicio del Opus Dei, cortometrajista y fanático católico. Hablan de nada.

La directora aparece con la segunda ronda de cervezas. Pide coca cola y se queja de que está muy agobiada porque tiene mucho trabajo.

El escritor gordo anima a la directora a hacer un largo. Le dice que ya ha demostrado su talento en los tres cortos que ha hecho y que debería lanzarse al largo. La directora responde que es muy difícil porque ella no tiene contactos. Él le dice que los contactos se hacen y que es un poco egoísta tener a gente trabajando gratis para satisfacer su ego. Dice que si fuera un largo podría pagarles. La directora dice que en su corto está quien quiere estar. El escritor gordo cree que eso es abusar de la gente y que ni siquiera ella disfruta. Ella lo compara con ir a la montaña: sufres, pero te gusta. Él responde que para ir a la montaña no necesitas a nadie más, que él sólo hace cosas que le hacen feliz y que, además, no va a la montaña. Ella le dice que ya se nota. El escritor gordo le informa de que podría ir a la montaña todos los fines de semana y seguir estando igual de gordo.

El escritor gordo paga las cervezas y se va con la aspirante a actriz que acaba de decidir que no quiere estar en el corto de la directora.

Tormenta

Esa tarde el ensayo se ha adelantado una hora. Es en la embajada argentina. Después de seis mese de erasmus en París has encontrado un proyecto teatral interesante. No te van a estafar ni acabarás cortando las entradas. Al director argentino no le molesta que no seas francesa.

Siempre que vas a ensayar te pones nerviosa por el camino. Estás a punto de demayarte en el metro. Quieres impresionarles y que todo vaya bien.

Sales de casa con una hora de tiempo. Besas a tu novio y le dices que va a llover. Vas en bici. Quieres evitar la rotonda del Arco de triunfo con las ocho avenidas sin semáforos. No se te ha ocurrido que puedes pasar la rotonda como los peatones.

Marcas en tu plano el recorrido alternativo a la place de l’Etoile sin tener en cuenta las direcciones contrarias. Te pierdes sólo tres veces. Cuando llegas a los Campos Elíseos en dirección Arco de Triunfo ya es la hora del ensayo. Empiezan a caer unas gotas. Si tus cálculos no fallan, tienes que coger la próxima a la derecha. Entras en la rue Galillée y llueve. Al cruzar la avenida de Iéna diluvia. En Kléber empieza a granizar. Sigues pedaleando porque no quieres retrasarte más. Cruzas la calle, te llenas los pies de barro pero no te cae ninguna piedra en la cabeza. Estás en la embajada argentina. Son las cinco y cuarto y el cielo está negro.

Te ven pasar a través de la cristalera. Entras en la sala. Se ríen. La ropa está completamente pegada a tu cuerpo. Tu camiseta blanca deja ver tu sujetador -afortunadamente, llevas.

Ha sido una entrada triunfal.

Ciudadano Kane

A la chica que se lava el pelo con camomila porque cree que le mantiene rubia le gusta ir a un cine del Barrio Latino. Es barato para París, hay aire acondicionado y siempre ponen pelis viejas.

Ve por casualidad que esa tarde pasan Ciudadano Kane. A la chica semirrubia le da un poco de vergüenza admitir que no la ha visto.

Se pone en la fila para comprar la entrada. Delante de ella hay un americano con camiseta amarilla. Detrás, una chica de negro con muchos piercings y una botella de agua. Oye a dos estudiantes de cine hablando en español. Están criticando el cine español, con especial saña hacia las actrices.

Entra en la sala. Se sienta delante de un trío de viejos. El americano de la camiseta amarilla se sienta en la misma fila, a cuatro butacas de distancia. Las españolas a su lado. La chica semirrubia lee a Céline en francés para ocultar su españoleidad.

Empieza la película. Se oyen las risas del americano y de la chica semirrubia. El resto no se ríe. A lo mejor piensan que están viendo una de las mejores películas de la historia del cine y se lo toman muy en serio.

La chica española se olvida de que es Ciudadano Kane y disfruta de la película. Entra en la historia por la forma: cómo está rodada, la planificación genial, la maestría de la narrativa cinematográfica y la apariencia de falso documental. Le gusta. Kane es un tipo testarudo, rico y sin amor. Piensa que Scorsese la ha visto con atención antes de rodar Aviator.

La chica semirrubia sale del cine. Delante de ella está el americano de la camiseta amarilla que se vuelve de vez en cuando. La chica camina hacia el Sena pensando en Orson Welles.

Cliché

La chica española que vive en París con su novio va a participar en un reportaje fotográfico sobre las nacionalidades. Van a posar juntos. Serán la pareja cliché española. La chica tiene el pelo rubio y corto, los ojos verdes y sus tetas no hacen pensar en la pechuga española. El chico tiene el pelo negro y rizado y los ojoa marrones. La fotógrafa les dice que parecen italianos, como ella, y que quiere que se vea al primer golpe de vista que son españoles.

La sesión de fotos llevará todo el día. En el estudio harán las fotos del cliché. Los novios se vestirán de negro, con ropa ajustada y un abanico amarillo. Intentaránn imitar a los bailarines del ballet de Sara Baras.

Acabarán con el cliché y se sentarán en dos banquetas, uno al lado del otro. La fotógrafa les irá explicando una a una las catorce emociones que tendrán que mostrar. El chico no se creía que hubiera tantas. La mayor parte del tiempo se reirán. La fotógrafa decide que la próxima vez que trabaje con una pareja, escogerá a alguna que se deteste.

Como recompensa y por hacerle reír, la fotógrafa cambiará la cámara por el delantal y preparar pasta al dente.

Después de comer y vencer al sueño con dificultades cruzarán París en metro. Irán a casa de los novios para mostrar el contraste entre el cliché y la realidad. A la fotógrafa le encanta la casa. Desde la ventana se ve Sacré Coeur. Los novios se deifrazarán y se diviertirán con música mientras ella dispara. Prepararán tortilla de patata.

Llegará la venganza: la fotógrafa será fotografiada con la ropa cliché de la pareja. Está nerviosa y un poco cortada. Ellos no le harán sufrir demasiado.

Se comerán la tortilla sin fotos y se quedarán hablando hasta tarde.

El chico todavía llevará el pantalón negro marcando paquete que al principio no quería ponerse.

Paparazzi

Es sábado por la mañana. Temprano. La chica se despierta, apaga la alarma y prepara el desayuno. Está nerviosa. Le han dicho que puede ver a Kundera paseando por Notre Dame. Ella quiere hacerle fotos porque le han prometido publicarlas.

Despierta a su novio. Cogen las cámaras y salen a la calle. Hace calor y un sol que deslumbra.

Notre Dame está plagado de turistas que se fotografían delante de la catedral, otros hacen cola para entrar. Un señor vende flautas de barro en forma de pera que fabrica él mismo.

La chica lleva una foto de Kundera en el bolso para no confundirlo con ningún turista.

El novio le dice que si él fuera Kundera, no iría a Notre Dame con ese sol y con tantos turistas. Ella le explica que como Kundera es checo, a lo mejor le gusta pasear y confundirse entre los turistas. Mira los bancos de la sombra, se lo imagina sentado leyendo el periódico.

Entran al parque que rodea la catedral. La chica busca la cara del escritor sin encontrarla. Hay una carpa de la asociación nacional de ornitología. Hay cámaras de fotos con objetivos telescópicos. Esperan que el pájaro se pose.

La chica está a punto de desistir. Ve a un señor con una camisa blanca remangada y gafas de sol. No puede saber si es él o no sin verle los ojos. Lo siguen. Lleva una bolsa de plástico con un bote de barniz y un pincel. Se sienta en un banco. Los paparazzi justo en frente. El chico finge enfocar a un pájaro. Ella no tiene claro si es Kundera o no. Mira la foto. Se la enseña a su novio. La chica no le quita el ojo de encima. El tipo se da cuenta. Se levanta y se marcha. No le han tirado ni una foto.

Deciden dar un paseo. Hay mimos por todas partes. En Les Halles unos músicos tocan funk. Se quedan un rato.

La chica todavía no se ha dado cuenta de que se ha quemado. Sus hombros y su nariz están rojos y le empiezan a picar.

Squat

La chica morena de pelo rizado y largo es española, idealista, progresista y pseudohippy. Da clases de español en París 8 (su expediente debe de ser brillante) y quiere ser actriz.

Va a un bar donde su amigo y pretendiente toca canciones famosas con su guitarra. Las cervezas son caras pero ponen cacahuetes. Hay una serie de cuadros sobre el mismo tema: la jirafa con diferentes fondos y estampados.

La chica del pelo rizado llega tarde con su amiga italiana que es fotógrafa. La pareja española ha pedido la primera cerveza. Se sientan y aparecen las compañeras de piso de la chica del pelo rizado.

El concierto acaba repentinamente por amenazas de los vecinos. El cantante invita a la chica del pelo rizado y sus acompañantes a su casa. Se puede subir al tejado. La chica tiene un cumpleaños en una casa ocupa.

El squat está en Saint Denis. Antes era un garaje de SNCF y quieren convertirlo en un parque. La casa está ocupada por latinoamericanos con pretensiones artísticas. Hay telas pintadas con un mal gusto espantoso colgadas del techo. Hay mesas bajas con sofás alrededor y un ajedrez.

El cumpleañero es chileno y actor. Lleva una Nikon D 70 colgada al cuello y toma fotos de todos los que entran.

La pareja española juega al ajedrez. El chico le hace jaque mate tres veces en cinco minutos a su novia. La fotógrafa italiana mira y se ríe. La chica del pelo rizado está ocupada con sus pretendientes.

Salen a la calle con el cumpleañero. Tiene que volver a cerrar con llave cuando se vayan. La pareja de españoles se adelanta y se despide andando. La chica le dice a su novio que es lo más parecido al infierno y se acuerda de Dante: “Viajero, tú que entras aquí, pierde toda esperanza.”

En la puerta de la casa ocupa los chicos queman los últimos cartuchos para conseguir que la chica del pelo rizado se quede. Se despiden con resignación y la ven cruzar la calle con su amiga italiana.

La cantante calva

La cantante calva tiene cincuenta años y se peina siempre de la misma manera.

En el teatro de la Huchette La cantante calva lleva casi cincuenta años en cartel. Fue el primer montaje de la pieza, a cargo de Nicolas Bataille y en presencia de Ionesco. Se ha convertido casi en una atracción turística. El teatro está en la rue de la Huchette, la calle con más restaurantes por metro cuadrado, que comunica Saint Michel con Notre Dame.

Todos los días, salvo los sábados, hay un precio especial para estudiantes para ver dos espectáculos.

Es un teatro pequeño con un aforo de 150 personas contando las butacas plegables de la pared. Está lleno. Hay un grupo de adolescentes -o de excursión o celebrando un cumpleaños-, turistas, gente mayor, parejas jóvenes…

A mi lado un chico de pelo rizado lee una biografía de Chopin hasta que se abre una puerta lateral. Aparece un señor que nos recuerda que apaguemos los móviles y que está prohibido hacer fotos.

Se abre el telón: la escenografía es de cartón piedra. Hace pensar en una casa de muñecas. La boca del escenario es estrecha pero el fondo está aprovechado al máximo. Hay un señor sentado en un sillón, escondido detrás del periódico que lee. Detrás de él, otro golpea el suelo con un bastón y recita la acotación con la que empieza la obra. Primeras risas. Entra Madame Smith.

Los actores son viejos de una profesionalidad admirable: cincuenta años noche tras noche mostrando energía y entusiasmo, sin cotidaneidad ni rutina. Son actores de oficio.

El texto es la obra más conocida de Ionesco. Está construido a partir de sucesión de enunciados con significado en sí mismos, pero donde ninguno responde al anterior. La lógica comunicativa no ordena el conjunto, lo desordena.

El montaje ha perdido actualidad y vigencia. Aun así hay pequeños indicios de modernidad y chispas de innovación e ingenio incluso visto desde hoy. La puesta en escena no redunda en el absurdo del texto. La lógica escénica es estricta y definida y está apliacada con rigor hasta en los aplausos y saludos.

Entra la taquillera para pedir las entradas. El chico que está a mi lado quiere saber quién son los actores, le dice que le suenan. La señora le responde que le pueden sonar porque trabajan en la tele y en el cine. También nos dice que hemos tenido la suerte de ver al propio Nicolas Bataille -el director- en le papel de Mr. Martin.

Sakho

En la terraza hay dos chicas bebiendo la cerveza más barata. Sujetan la correa de un perro que no es suyo. El dueño del perro vuelve del baño y les da las gracias. Sale del bar un tipo con sombrero. Se sienta. pregunta al del perro si estaba ligando con las blancas. Las chicas se ríen.

El tipo del sombrero les pregunta a las chicas qué están haciendo en París. Una, la española, es estudiante; la otra, francesa, está de vacaciones. La chica española es estudiante de literatura. El tipo del sombrero le pregunta a la española qué escritores franceses le gustan. Él dice que su escritor favorito es Céline, le encanta Voyage au bout de la nuit.

Habla de un concierto de Bob Marley. Les cuenta que una noche cenó con Beckett, era el viejo que no hablaba, sentado al fondo de la habitación.

Las chicas le dicen que van al teatro a ver La cantante calva. El tipo les cuenta que se encontraba con Ionesco y hablaban.

Las chicas quieren saber a qué se dedica. Es mediador penal. Pero lo que más le gusta es levantarse a las cuatro de la mañana y pasear desde su casa al norte de París hasta el Arco de Triunfo, luego Notre Dame y el Pompidou. Dice que es la única manera de saber que la ciudad es bonita.

Les cuenta que para él la vida pasa por la literatura. Habla de Michel de Castillo y de Modiano. Les dice que Kundera pasea por la plaza de Notre Dame todos los sábados a las diez de la mañana.

Las chicas están fascinadas. Le preguntan que de dónde es. Es tuareg, hombre del desierto. Les cuenta relatos de la mitología africana. Las chicas tienen que irse o llegarán tarde al teatro.

La española le dice que ha sido muy agradable y que le gustaría volver a verle. Él le dice que no se preocupe, aunque todas las blancas sean iguales él promete reconocerla. Se ríen. El tipo apunta su número de teléfono es un papel. Le dice a la española que se llama Sakho, ella le responde: Yo, Vanzetti.