Nochevieja
Hemos comido en casa. Es el cumpleaños de mi madre y le he regalado un disco de Kevin Johansen. Suena la canción número nueve y nos preparamos en el baño. He vestido y peinado a Sara. Para maquillarse no me ha necesitado. Le pongo sombra de ojos a mi madre. Lleva un vestido mío. No tengo ni idea de lo que estoy haciendo, pero lo disimulo muy bien.
He acabado y no sé qué ponerme. Le dejo elegir a Sara y bajamos las escaleras hasta el garaje. Son las 21:23 en el reloj de la furgoneta, que va cuatro minutos adelantado.
En casa de mis tíos ya está todo preparado: las dos mesas, el mantel y la comida. No dicen nada del retraso.
La cena pasa más rápido de lo que esperaba. Llegan las uvas y como siempre confundo los cuartos con las campanadas. Tomamos champagne y café y más champagne.
Barreiros está fuera de la ciudad. Salgo con mi hermano. Antes de cerrar la puerta de la calle, encendemos un cigarro y me confiesa que está borracho.
La Morrisey está llena. Es el único bar de la ciudad del que todo el mundo sabe que no hace cotillón.
En la barra hay tres chicas hablando con mi hermano. Me suenan dos pero sólo reconozco a una. Son actrices. La tercera es diseñadora gráfica y creía que mi hermano y yo éramos novios. Las actrices me cuentan que estudian en la RESAD y que están muy contentas. Van a trabajar en la cabalgata de Ejea.
Pido dos cañas. Conozco al camarero pero él no me reconoce. Le saludo y me dice que me pase otro día y hablamos. No sé de qué.
Pablo, mi amigo matemático, me ha dicho que vendría. Voy por la tercera ronda y no ha aparecido.
En la parte más oscura del bar la música es diferente: hay un dj y un videojockey. Ya no hablo con las amigas de mi hermano.
Pablo me da dos besos. Viene sofocado y quiere invitarme a una copa. Le presento a mi hermano y le pregunto por mi amiga francesa. Dice que está al lado del baño, con su novio. Voy a saludarles. Él es más cariñoso. Entro en el baño.