Tacones

            A casi todas las chicas que conozco les gusta reprochar mi desaliño: visto mal, no me peino demasiado, no me maquillo… No sabes sacarte partido, dicen. La directora  me decía que al teatro no se puede ir con deportivicas. Julio me dijo que toda mi ropa era de bolo. Empecé a pensar que me querían decir algo.

            Mi último cumpleaños lo celebré en París. Obligué a Barreiros y a Germán a prepararme una fiesta sorpresa. Había globos, comida, un proyector y mucha cerveza. Germán fue mucho más directo que el resto: me regaló unos zapatos de señorita para que asumiera mi condición femenina.

            Son verdes y no hacen ruido, que es lo que más me molesta de los tacones. Aún así nunca me atrevo a llevarlos. Por eso el sábado decidí que me los pondría por encima de todo. Elegí un mal día. Vi a dos videojockeys con caretas de pájaro. A las dos horas ya no podía más. Ni con los videojockeys ni con los tacones. Los zapatos me apretaban y me sentía como las hermanastras de Cenicienta. Entendí perfectamente los cambios de humor de las chicas y el mal genio sin venir a cuento. Pero lo que no entendí es por qué Germán me regaló unos zapatos del 38 si yo calzo un 39. Tampoco entiendo por qué no fui a cambiarlos.

Post a comment

You may use the following HTML:
<a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>