Cervezas y pistachos

El escritor gordo se matriculó en filología hispánica pero nunca la acabó porque se atrevió a decir en clase que la biblioteca de la facultad era una mierda.

Lo que más le gusta es su ciudad. Le gusta pasear en coche y dar las indicaciones al conductor. No tiene carnet pero se sabe todas las direcciones prohibidas, cambios de sentido y atajos.

El escritor gordo tiene una memoria brutal y devora información. Le gusta ir al cine a ver todas las películas y estar con sus amigos. Le divierte llevar la contraria. Es un provocador y casi siempre tiene razón.

Esa tarde ha ido al cine a ver una película muy mala con dos amigos que son hermanos: el chico es escritor y guionista, la chica, aspirante a actriz. A la salidad el cine compran pistachos y van andando hasta una plaza. Los hermanos han quedado con una directora para hablar de su corto. El chico colaboró en la escritura del guión. La directora le ha ofrecido tres papeles diferentes a la chica: empezó por un protagonismo secundario y ahora opta a una figuración especial.

Llegan antes de tiempo. Se sientan en una terraza y piden cerveza. Es el final del verano. La aspirante a actriz se muda a París a finales de mes.

Viene el productor: un estudiante de historia del arte, ex novicio del Opus Dei, cortometrajista y fanático católico. Hablan de nada.

La directora aparece con la segunda ronda de cervezas. Pide coca cola y se queja de que está muy agobiada porque tiene mucho trabajo.

El escritor gordo anima a la directora a hacer un largo. Le dice que ya ha demostrado su talento en los tres cortos que ha hecho y que debería lanzarse al largo. La directora responde que es muy difícil porque ella no tiene contactos. Él le dice que los contactos se hacen y que es un poco egoísta tener a gente trabajando gratis para satisfacer su ego. Dice que si fuera un largo podría pagarles. La directora dice que en su corto está quien quiere estar. El escritor gordo cree que eso es abusar de la gente y que ni siquiera ella disfruta. Ella lo compara con ir a la montaña: sufres, pero te gusta. Él responde que para ir a la montaña no necesitas a nadie más, que él sólo hace cosas que le hacen feliz y que, además, no va a la montaña. Ella le dice que ya se nota. El escritor gordo le informa de que podría ir a la montaña todos los fines de semana y seguir estando igual de gordo.

El escritor gordo paga las cervezas y se va con la aspirante a actriz que acaba de decidir que no quiere estar en el corto de la directora.

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