Libros para quedarse a vivir

Isabel Bono nació en Málaga en 1964 y vive allí. A veces viaja a Madrid, aunque no lo dice mucho porque le gusta resguardarse en hoteles y librerías o pasear por las calles de la ciudad sin responder a las obligaciones familiares o de vida social. En el verano de 2013 viajó a La Laguna, Tenerife. Lo sé porque fue allí donde la conocí: me fascinaron su alegría chispeante, su caligrafía delicada y que dedicara los libros a lápiz. Me entregó un ejemplar de ‘Mi padre’ (Aullido libros, 2008) un libro que opera como el ‘Me acuerdo’ de Perec. Está construido con frases que son como chispazos y que se van encadenando hasta componer un retrato del padre de la escritora: “Mi padre dice que si una muchacha es bonita, es más bonita con gafas. Mi padre, cuando volvía del trabajo, se comía una zanahoria y si le preguntaba el porqué, respondía ¿Has visto alguna vez un conejo con gafas? Mi padre usaba gafas iguales a las de Peter Sellers”.

A finales de 2015, Bono publicó en la  editorial sevillana Isla de Sitolá ‘Hielo seco’, un libro de “sugerencias, que no máximas”, según la autora. El libro es fino, como casi todos los de Isabel Bono, se lee en apenas una hora, pero se saborea durante mucho más tiempo. Es un libro que acompaña y que apetece releer para fijarse en detalles que pasaron advertidos en una primera lectura, descubrir relaciones y revelaciones en los espacios en blanco que deja entre las “sugerencias” y reconstruir así la historia que cuenta el libro pero que presenta con las piezas desordenadas. Dice, por ejemplo, en un fragmento titulado ‘espejito espejito’: “Dime de una vez quién es la más bella y por qué estoy tan triste”. En ‘humo azul’ escribe: “Esperar no a que el tiempo pase, esperar a que siga pasando y no duela demasiado. Todo consiste en eso, en que el tiempo no duela”. Y en el último fragmento, ‘adiós’: El año se llevó lo mejor de mí: mi camisa favorita y mi mejor amigo. Sin esperanza ni temor, susurra el invierno”. Es un libro sobre la tristeza, pero hay sitio para el humor. Por ejemplo, en ‘beckett, mon amour’, cuenta: “Cuando vivía en casa de mis padres, todo aquel que entraba en mi cuarto me preguntaba si aquel viejo era mi abuelo. Y yo decía que sí”.

El hielo seco pasa del estado sólido al gaseoso sin pasar por el líquido. Isabel Bono dice que lo que escribe es eso: “De mi cerebro duro y apretado a poemas”.

Hay otro libro que estoy leyendo estos días: ‘Una ilusión’ (Xordica, 2016), de Ismael Grasa. Algunos capítulos, como “Prosélito”, los leo por segunda vez. Los paladeo y lo voy leyendo despacio porque no quiero que se acabe. Y me obligo a no leer más de un capítulo al día. La disciplina del asceta.

Columna publicada el domingo 17 de abril de 2016 en Heraldo domingo.

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